El instinto sobre las formas
Cuando se habla sobre Yasmina Reza es inevitable no pregonar
la trascendencia de Arte y Un dios salvaje, la primera como comedia notable
donde se desbarata la interminable amistad de tres hombres, quienes debaten
frente a un lienzo blanco que ha costado una fortuna; y la segunda, como un
encuentro de gente bien que se despoja de sus buenas costumbres y exterioriza
sus instintos, tantas veces aislados por lo políticamente correcto. En
definitiva, el común denominador de la escritora francesa es el ímpetu por
trastocar sus personajes hacia un punto de inflexión, donde la fuerza para
guardar la compostura se consume y no les queda más que asir el manojo de
nervios al que los ha expuesto Reza.
Roberto Ángeles, quien dirigiese Un dios salvaje en el 2013,
conoce bien la voluntad de la dramaturga y emprende hoy Tres versiones de la
vida, la historia de un investigador y su esposa que reciben en casa a un
científico influyente y su esposa, capaces de ayudarlo con su ascenso. Esta
situación dramática confronta nuevamente a los personajes con su máscara
social, la hipocresía, las buenas formas, un lugar común de la creadora.
Sin embargo, esta potente matriz sobre la que trabajan Reza
y Ángeles se ve desprovista de ingenio y de fuerza en la puesta en escena de Tres
versiones de la vida, en tanto que el texto que alude a dar al espectador tres
soluciones distintas sobre esta noche de máscaras, no provee una sorpresa más
grande que una infidelidad, que a su vez no prospera en generar el quiebre
interior de cada personaje. Si bien ninguno escapa de la disputa y al final de
la velada todos salen heridos, lo que se transmite hacia la butaca es débil,
anecdótico, no hay una transformación profunda, ni un momento de conmoción.
Desde lo actoral, Joaquín de Orbegoso, el investigador que
organiza la cena, al construir un estereotipo del hombre inseguro, sublevado y
temeroso, se le torna inverosímil su ruptura hacia un tipo seguro, despojado de
su sumisión, que grita y sentencia. Lizet Chávez, su esposa, elabora en
principio un personaje sobrio y natural, capaz de dibujar perfectamente la
realidad de una madre moderna; sin embargo, luego intenta enfatizar la
hipocresía, a partir de risas forzadas y gestos remarcados, lo que la dispersa de
lo anterior.
Por otro lado, la dupla conformada por Alfonso Dibós y
Sandra Bernasconi muestra claramente una pareja rota, como una bomba de
tiempo camuflada entre bromas de mal gusto y sonrisas amenazantes. Dibós alude a su presencia y naturalidad para generar una performance eficaz
de un hombre ganador, inspirado y resuelto; Sandra Bernasconi es quien nos
regala el momento de mayor derroche, al vociferar desenfrenada su visión del
mundo, como mujer minimizada por su esposo, testigo de su infidelidad.
Tres versiones de la vida es una obra que sugiere la
ruptura de nuestras máscaras, el desmoronamiento de nuestras relaciones, la
fragilidad de nuestro status quo.
Bryan Urrunaga
21 de agosto de 2018
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