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sábado, 14 de julio de 2018

Crítica: MOMENTOS II


Algunos momentos de la Asociación de Artistas Aficionados (Parte II)

La Asociación de Artistas Aficionados está celebrando sus ochenta años de existencia trayendo a escena fragmentos de ocho obras representativas de su trayectoria. La temporada se ha dividido en dos partes, Momentos Parte I y Parte II. En esta oportunidad, se hablará acerca de Momentos II, que mostraba los fragmentos de Romeo y Julieta, Panorama desde el puente, Collacocha y La vida es sueño.

Las obras transcurrían en diferentes espacios de la casa de Jirón Ica, lo cual daba la sensación al espectador de estar haciendo un tour por la AAA. La primera obra fue Romeo y Julieta, dirigida por Yasmín Loayza. Se hizo una buena selección de momentos emblemáticos de la obra, que estuvieron coreografiados de tal manera que se parecía estar viendo un buen resumen del drama. Todo esto estuvo acompañado por marcaciones de baile, luchas escénicas orgánicas que funcionaron a la perfección para dar a entender, de manera más efectiva y no tradicional, las peripecias de los personajes. Lo único que evitó que se llegara más allá del texto fueron los actores, quienes no le dieron un valor agregado a la construcción de personajes, los cuales podían parecer demasiado generales.

La segunda obra fue Panorama desde el puente de Arthur Miller, dirigida por Omar del Águila. Al ser una obra tan larga, la selección de momentos (varios de ellos bastante cortos) fue acertada. No obstante, lo que más destacó fue la marcación. Por ejemplo, el uso lúdico de distintos biombos hacía que el tránsito de una escena a otro no perdiera ritmo y que en cuestión de segundos se supiera que los personajes se encontraban en un espacio distinto. Esto fue utilizado orgánicamente. En cuanto a la interpretación no hubo mucha oportunidad de ahondar en los personajes. Sin embargo, el personaje principal, pese a que debía pasar por un cambio drástico del inicio al final, se sintió un poco plano, su energía no cambió durante toda la puesta.

La tercera obra fue Collacocha, escrita por Enrique Solari y dirigida por Ximena Arroyo. En este caso, solo se escogió una escena en la que el ingeniero Echecopar tiene una conversación álgida con uno de sus compañeros de trabajo sobre un túnel recién elaborado que conecta la selva con la costa, algo que nunca había sucedido hasta entonces. En ese contexto, se habla acerca de la importancia de este proyecto, que logrará la comunicación entre la selva y la costa, es decir, la unificación del Perú. Lo trágico radica en que el túnel está mal construido. A partir de las interpretaciones, el fragmento se entiende perfectamente y da su mensaje con claridad. No necesitó información previa para definir la alegoría de un país que intenta construir una identidad, una unidad, pero que, a pesar de los esfuerzos, no lo logra, dejando la interrogante del porqué en las cabezas del público.

La última obra fue La vida es sueño, dirigida por Oscar Carrillo. En este caso, el fragmento, que se presentó al aire libre, se centró en el sentir de Segismundo. La interpretación del texto por parte del actor no fue muy efectiva, ya que por momentos se dejaba llevar más por la sonoridad de las palabras que por su intención. En general, la energía estuvo desbordante hasta tal punto que saturaba.

Esta selección de obras dio cierre a la celebración de los ochenta años de la AAA. Lo que se logró fue mostrar la trayectoria de una institución tan importante como esta, que nos recuerda que, pese a que cada vez parece ser más difícil hacer arte en nuestro país, hay esfuerzos que se mantienen en el tiempo y tienen un verdadero impacto en la sociedad.

Stefany Olivos
14 de julio de 2018

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