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domingo, 15 de julio de 2018

Crítica: AQUÍ NO HAY LUGAR PARA UNICORNIOS


La increíble institucionalización de la violencia contra la mujer

No es un secreto que vivimos actualmente uno de los peores momentos de nuestra vida republicana: no solo por toda la corrupción, delincuencia e impunidad que pareciera regodearse a cada minuto de nuestra existencia, sino que también la violencia contra la mujer alcanza, en estos momentos, niveles de sadismo insospechados y desconcertantes, que bien podrían sugerir su increíble institucionalización en nuestra tan arbitraria y pacata sociedad. Nuestro teatro (y es evidente) no puede permanecer impávido ante estas preocupantes circunstancias que nos afectan a todos: los esfuerzos realizados en provincias, como lo vienen monitoreando nuestros colaboradores regionales, por ejemplo, en Mujeres de arena (2017), así como los estrenos de los últimos años en la capital, dan fe del serio compromiso de una gran parte de nuestros creadores escénicos por llevar a la reflexión a sus respectivos públicos sobre este tema tan álgido como desconcertante.

Si bien todavía pueden estrenarse obras como Después de casados (2017) de Gianfranco Mejía, las interesantes y oportunas puestas en escena de autoría peruana, como Carne de mujeres (2013) de Paco Caparó, con sus cuatro actrices ejecutando un lúdico entretenimiento sobre el machismo, para rematar con sus conmovedores dramas particulares; Diario de un ser no querido (2015) de Celeste Viale, que inicia con el cobarde asesinato de una mujer y sus posteriores consecuencias; Vergüenzas: Cajamarca, 1953 (2017) de Alfredo Bushby, un sentido unipersonal sobre el maltrato físico y psicológico a la que es sometida una solitaria mujer; o la reciente RECONSTRUCCIÓN_Nombre Femenino (2018), que cuestiona los paradigmas sociales que rodean a la mujer peruana de hoy, a través de una creación colectiva dirigida por  Paloma Carpio Valdeavellano y Coralí Ormeño Michelena, proponen la necesaria visualización de esta terrible problemática para buscarle de inmediato una necesaria solución.

A esta lista de espectáculos habría que añadirle la interesante creación colectiva Aquí no hay lugar para unicornios, estrenada a inicios del presente año, a cargo de la promoción del tercer año del Club de Teatro de Lima, con la dirección de Paco Caparó. Siguiendo la misma estructura de La ola (2016), Caparó, junto a la habitual asistencia de Jhosep Palomino, orquesta un sólido collage de historias paralelas, en las que el machismo, los estereotipos y los prejuicios generan el contexto ideal para la instalación de la violencia de género más radical. Y es que como lo sugiere trágicamente su título, el final feliz en esta historia resulta tan factible como la existencia de los unicornios. Narrada como una gran escena retrospectiva, que parte dentro de una comisaría en la que la malhumorada agente le espeta el típico “¿Qué habrás hecho tú?” a la denunciante por violación, el montaje articula esmeradamente diversos cuadros en los que hombres y mujeres, padres e hijos, esposos y esposas, conviven diariamente con la normalización de los atropellos contra el género femenino, en una ordenada y estilizada puesta en escena en rojo y negro.

Acaso el mayor logro de la nueva apuesta de Caparó, sea el de darle a cada uno de sus nóveles actores el personaje indicado para potenciar sus capacidades individuales. Así, tanto Adriana Burga, Oriana Canales, Levi Castillo, Javier Deza, Estefanía Gallegos, Kevin Gonzáles, Flavia García, José Gallo, Yuliana Huallanca, Daniel Marcone, Manuel Muñoz, Verónica Narro, María Isabel Rojas, Jordana Ramos, Joe Silva, Jackeline Soto y Milagros Yupanqui consiguen bosquejar muy bien sus roles cotidianos, aprovechando con solvencia sus líneas, pero también los silencios, las pausas y las miradas, igual de importantes que este texto, que se convierte por derecho propio en otro valioso aporte nacional contra este alarmante y mayúsculo problema que es la violencia institucionalizada contra la mujer, la cual no puede serle ajena, bajo ninguna circunstancia, a nuestra comunidad teatral.

Sergio Velarde
15 de julio de 2018

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