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domingo, 10 de junio de 2018

Crítica: LA VISITA DE BOLÍVAR


Un guiño histórico

La visita de Bolívar es un drama histórico que se presentó en el Teatro Federico García Lorca del Centro Español. Gira alrededor del rol del libertador Bolívar en el Perú en los años posteriores a la independencia. El dramaturgo Herbert Morote, con la dirección de Ruth Escudero, nos presentan una historia que, basada en documentos históricos, crea una situación ficticia que transcurre enteramente en el departamento de Bernardo Monteagudo (Christian Esquivel), quien esperando la llegada de Manuelita Sáenz, recibe sorpresivamente la visita de Bolívar (Mario Velásquez).

La escenografía y los vestuarios fueron útiles para poder contextualizarnos dentro del tiempo donde este hecho hipotético-histórico se da. El espectador es testigo de una acalorada discusión entre ambos personajes, situación que se ve adornada con toques de humor provocados por el comportamiento del mayordomo de Monteagudo (Enrique Avilés). La aparición de dicho mayordomo, un ex esclavo afrodescendiente pícaro y alborotado, es el contrapunto humorístico de esta obra. La construcción de este personaje estuvo a la altura de las exigencias que una obra  de ese corte tiene, siendo “el gracioso” en una medida justa y necesaria. Hay que recalcar también que el trabajo de construcción de personaje fue igual de destacable en los tres actores de la puesta en escena, cada uno lleno de particularidades que los diferenciaban claramente: los tres creaban una armonía interesante de ver en escena.

Es interesante una propuesta como esta que, con base en hechos históricos comprobables, crea una ficción donde podemos volver a abrir una discusión sobre un momento de la historia del Perú. Esta obra crea la sensación de ver a los personajes, principalmente a Bolívar y Monteagudo, como si estuviesen en un debate donde el público es jurado. En esta  puesta en escena, lejos de darnos un punto de vista panfletariamente, podemos apreciar una serie de lluvia de razones e ideales que en ese momento estaban en juego con el objetivo de ver el porvenir del Perú luego de ser una colonia. El hecho de ser una ficción permite condensar toda esta información histórica en una conversación, algo que quizá en ese momento de la historia pudo no ocurrir – es algo que nunca sabremos.

Se viene el bicentenario del Perú y una obra como esta es un agente necesario para poder revivir discusiones en torno a nuestra identidad, nuestra historia y cómo es que hemos llegado a la situación actual de nuestro país. No hay una forma certera de saber qué decisiones fueron buenas o incorrectas en tiempos pasados. Sin embargo, sí lo es asumir y aceptar cada capítulo de nuestra historia como un legado que hay que transformar/revisar/perdonar.

Stefany Olivos
11 de junio de 2018

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