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domingo, 10 de junio de 2018

Crítica: CORPUS CHRISTI


Joshua y los doce

¿Cuán acostumbrados estamos a rechazar aquello que por ser distinto, nos molesta y hasta llega a ofendernos? ¿Qué tan fácil se nos hace mofarnos unos de otros escudándonos en el “sentido del humor”? Pues bien, la obra Corpus Christi, escrita por el dramaturgo estadounidense Terrence McNally, es la propuesta que David Carrillo ha adaptado a nuestros tiempos y realidad (como sociedad); además de dirigirla y actuar en la misma.

En escena, se narra la vida de Joshua -interpretado por Pedro Pablo Corpancho-, al que se le percibe desde su nacimiento, pasando por su etapa escolar y juventud, hasta que un día decide marcharse para emprender la búsqueda de su verdadera esencia, aceptando finalmente su homosexualidad y encontrando en el camino a otros, que como él, sienten que son rechazados por su forma de amar y creer. Al unirse para compartir su mensaje con el resto, se verán perseguidos por quienes ven en ellos una amenaza, dando paso a la traición, pues Joshua será entregado a sus perseguidores por el gran amor de su vida (Judas, personaje interpretado por José Dammert).

Un paralelismo que, sin duda, evoca a la historia de Jesús y los doce apóstoles, pero que ha sido recreada para protestar frente a temas más complejos, como lo son el bullying, la negación de la fe para unos pocos, la discriminación, el rechazo, la familia y la educación. El reparto se esforzó para ejecutar diversidad de roles dentro de la puesta, lo cual generaba un grado de dificultad que fue superado con la versatilidad y solidez requeridas en cada intervención. Completando el acertado elenco están Giovanni Arce, Fabricio Ascárate, Jimmy Astley, Job Mansilla, Carlos Casella, Rodrigo Falla Brousset, Paolo Teevin, Raúl Sánchez McMillan, Federico Abrill y Roy Zevallos.

De otro lado, hay que resaltar la intensidad, realismo y teatralidad en la realización de la obra –una imagen memorable es la representación de la última cena-, aunque por momentos centrar la atención era difícil, sobre todo cuando intervenían casi todos los personajes. Sin embargo, la esencia del montaje se encuentra en el contenido y las interpretaciones. No es preciso intentar descifrar desde el inicio de qué va la historia, es más conveniente ir con una mente y corazón predispuestos a aceptar lo que se quiere decir realmente.

Corpus Christi es una confrontación con los prejuicios, con las conductas –nocivas- que repetimos a pesar del tiempo, con las cosas que no nos permiten avanzar a convertirnos en una sociedad más tolerante y por qué no, más susceptible de aceptar con todas las letras, esa diversidad que ha sido representada en esta obra, a través de Joshua y los doce. Una diversidad que no debería ofender, molestar ni turbar a nadie. En todo caso, le corresponderá a cada quien encontrar su propio mensaje.

Maria Cristina Mory Cárdenas
10 de junio de 2018

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