Icaro Teatro
“La lucha por la
dignidad del ser humano en todos los tiempos” es una las cosas que motiva a
Julio Cesar Flores, director y actor de Icaro Teatro, para llevar a escena a Túpac
Amaru, en “Amaru, una y mil voces”, uno de los padres de la Revolución
Latinoamericana, pues su legado sigue reverberando en el cuerpo, en la memoria,
a todos los dispuestos a prestar atención y tomar conciencia de nuestro
alrededor; así, con la mirada afilada y el cuerpo listo, nos obsequia esta obra
hecha con la finura de un artesano del oficio.
Hay obras, hay personajes cuyos proceso de creación nos
remontan en el tiempo y hasta quizás a hechos casuales, si creemos en las
casualidades… o quizás causalidades, o se asoman como “un Dios serpiente” desde
un cofre donde se guardan tesoros que ayudan a la memoria a recordar; así nace
esta obra, cuya primera inspiración surge de la lectura de “A nuestro padre creador Túpac Amaru” de José
María Arguedas, que esperaba en una cajita desde 1985, guardada por el Actor.
Contribuye también a su proceso de creación y acumulación
sensible la obra de teatro “Túpac Amaru
vive” (2004 -2005) en Tinta- Cusco, donde es director y participan más de 200
actores. En 2012, participa en la misma obra como actor, bajo la dirección de
Lucho Castro, reconocido director cusqueño. Pero en el 2013, el reencuentro con
Wili Pinto, director de Maguey teatro, canaliza este proceso para la creación
de “Amaru, una y mil voces”, encuentro de creadores que entrelazan acciones, imágenes,
textos y memoria en una filigrana de emociones.
El quechua, esa lengua de los andes que cuyo significado no
puede ser simplemente literal sino que envuelve una cosmovisión amplia y bella,
es usada más allá del texto, es también un vehículo de reencuentro con la
lengua materna que revive la memoria y hace más cercano el texto, más
propio y lo entreteje con claridad al
cuerpo hecho acción.
“Desde mi experiencia,
la persistencia y la terquedad son importantes para seguir en el oficio”, nos
cuenta Julio, siendo estas herramientas vitales para ir mejorando y a veces
cogiendo las propias dificultades del cuerpo como herramienta de desarrollo. Como
decía el maestro Mario Delgado: “Partir
de las dificultades, porque desde ahí se aprende mejor.”
El sudor del actor en
escena no refleja solo el esfuerzo del momento, sino que cada gota trae la
memoria de horas y horas de entrenamiento, ensayos, repeticiones que ayudan a
fijar con organicidad cada acción y a la vez, también es la memoria de los
maestros, de lo vivido, así como el paso por el Teatro de arte popular de San
Marcos en 1978, por Raíces teatro con el maestro Ricardo Santa Cruz de 1981 –
1989 o los más de 27 años de Icaro teatro (1990-2018), el oficio de Julio Cesar
Flores es forjado en el tiempo y cada gota de sudor se agradece.
Carmita Pinedo y Julio Cesar Flores son los pilares de Icaro
teatro, que no solo se dedican a hacer obras, con las
cuales han viajado a diversos países y festivales, sino también a compartir lo
aprendido a través de la pedagogía dictando talleres, y siempre con la apertura
de ir a donde los llamen y sientan el interés de aprender más sobre lo hecho en
escena.
Miguel Gutti Brugman
Cusco, 4 de junio de 2018
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