Trampas divinas y mortales
Dentro de una etapa donde el teatro peruano está adquiriendo
cada vez más variedad de propuestas escénicas, La Alianza Francesa y SOMA
Teatro nos traen una versión adaptada de Anfitrión
de Moliere y Plauto y Von Kleist, como señalan sus directores Daniel Amaru Silva y Rodrigo Chávez. La obra nos traslada a la ciudad de Tebas, donde las mujeres
han mantenido una huelga sexual que solo será levantada cuando los hombres ganen la guerra. El general Anfitrión
(Rolando Reaño) vuelve a casa de la
guerra, acompañado de su esclavo Sosías (Alaín Salinas). Lo que nadie sabe es que Zeus, con ayuda de
Hermes (Sergio Paris), se ha hecho pasar por el recién llegado héroe para
seducir a Alcmena (Natalia Cárdenas). Esta situación crea tal confusión que
Cleantis (Alexa Centurión) e incluso la diosa Hera (Tatiana Espinoza)
interviene en el asunto, harta de las aventurillas de Zeus en la tierra.
La obra se inicia con una fresca bienvenida del personaje de
Hermes, quien de manera lúdica nos inaugura lo que veremos en escena, además de
interactuar con el público a modo de maestro de ceremonias. El uso de esta
recepción es una pieza clave y bien usada para entender en dónde quieren los
directores que pongamos atención en la obra: esta no es solamente una comedia
de enredos, hay algo más que el espectador podría darse cuenta o no. Por otro
lado, el uso de vestuarios totalmente cotidianos funcionó para darle frescura a
la puesta en escena, sin necesidad de haberse ceñido a evocar una época distinta.
El uso del mismo vestuario, ya sea entre Anfitrión – Zeus o Sosías - Hermes,
era más que suficiente para entender el
enredo. Los personajes se sintieron
cercanos, en ningún momento hubo sobreactuaciones a las que se suele recurrir
en relecturas de comedias como esta.
El personaje de Hera, quien recién hacia el final podemos
conocer mejor, es quien se encarga de redondear claramente la propuesta de esta
adaptación. En el momento en el que se resuelve el enredo, los actores rompen
sus personajes y van denunciando males sociales desde sus puntos de vista: advertencias
de la situación de la mujer en la vida
cotidiana, de cómo son vistas y de cómo pueden aportar a que esto deje de
pasar. Sin embargo, también vemos una respuesta de personajes como Zeus, quien
deja claro que no ha tomado en serio ninguna de las afirmaciones anteriores.
Esta propuesta nos trae a escena modos de pensar reales y contradictorios entre ellos, por lo que
podría decirse que es una puesta en escena con una trampa escondida: por un lado,
tenemos la comedia en sí, y la construcción de cada personaje que corresponde a
un cierto estereotipo definido de la mujer y del hombre. Por otro lado, vemos
que los actores rompen el personaje para decirnos que la situación de
desigualdad entre hombres y mujeres no debería continuar, pero vemos que las
cosas siguen su curso aparentemente. La presencia de estas dos vertientes es
precisamente lo que los directores quieren que veamos, una situación en la que
el público decide para qué versión inclinarse. Como dice el personaje de Hermes
hacia el final, no todos van a tener la posibilidad de reconocer el problema
del que se habla.
Stefany Olivos
25 de marzo de 2018
Exactamente, buena crítica.
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