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viernes, 26 de enero de 2018

Entrevista: TATIANA ESPINOZA

“Soy mujer, soy actriz y soy afrodescendiente”

“Yo siempre he tratado de vivir todo el proceso con la dedicación que te piden. Pero a mí me gusta empezar un montaje casi como si fuera de cero”, nos comenta Tatiana Espinoza, ganadora del premio del jurado de Oficio Crítico como mejor actriz de reparto en Drama 2017 por la obra El arcoíris en las manos. “Por más que tenga una idea o una postura, yo espero a lo que me plantea el director”. Tatiana nos confiesa que su amor por las artes escénicas comenzó con la danza. “Como mucha gente que se dedica al arte, empecé en el colegio. Pero básicamente con la danza, el baile, sobre todo en las actuaciones”. Ella podía bailar un festejo, una marinera, un valsecito, declamar o participar en un sketch. Hasta que se acercó el momento en el que su padre le preguntó qué iba a seguir. “Yo le contesté que iba a ser bailarina. Él se quedó pensando, sin ganas de contradecirme, y me planteó hacer teatro”.

Primeros pasos en el arte

Tatiana analizó las opciones que se le presentaban para estudiar actuación. “Estaba la ENAD (Escuela Nacional de Arte Dramático) y el TUC. La formación de la ENAD me parecía mucho más completa, así que estudié en la academia de preparación de verano, postulé e ingresé. Hice la carrera de corrido cuatro años exactos y empecé a trabajar”. Sin embargo, ella confiesa que en realidad empieza a descubrir el teatro cuando ya estaba en la escuela, pues hasta entonces, ella había visto poco teatro que la haya impresionado. “Pero yo quería bailar, me convencieron con la Expresión Corporal (curso de la carrera) y entré. Durante todos mis años de estudios yo decidí ser actriz. Y me afirmé porque mucha gente que estudiaba la podía terminar en 6, 7 años o no terminarla nunca simplemente”. Por lo general, como afirma Tatiana, muchos no ejercían, los hombres se dedicaban a vender libros y las chicas, cosméticos y esas cosas. “Me dije que yo no iba a hacer nada de eso, que yo había estudiado para ser actriz; y con esa convicción, egresé”.

En cuanto a las personas que Tatiana considera relevantes en su desempeño artístico, la lista es larga. “Para mi padre, por ejemplo, importaba que yo fuera feliz, hiciera lo que hiciera. Él sí tenía la capacidad para entenderme, porque era director de cine. Mi mamá no mucho, porque siempre me decía ¿de qué vas a vivir? (risas)”.  En su experiencia en televisión, Tatiana considera que Michel Gómez fue clave, especialmente con sus miniseries y novelas, como Los de arriba y los de abajo (1994). Por otro lado, considera a la productora Michelle Alexander como “una fiera en el trabajo, tiene una pasión por lo que hace y eso te contagia”. También menciona a Eduardo Adrianzén, a quien “tengo que agradecer por estos personajes que ha escrito y con los que siempre me he identificado”. Sin embargo, Tatiana tenía la absoluta convicción de que no iba a hacer solo televisión, sino que iba a hacer teatro y además, popular.

Primeras experiencias

Tatiana cuenta, como una de sus primeras experiencias en teatro, que perteneció al grupo de teatro para niños Abeja, con Ismael Contreras, y que le permitió viajar y hacer diversos montajes. “Cuando empezaron los proyectos, personajes, tenía una obra de José Enrique Mavila, que fue ganadora del primer lugar del I Concurso de Dramaturgia para mujeres organizado por el Movimiento Manuela Ramos, llamada Camino de Rosas. Con ella obtuvimos una financiación y nos fuimos por todo Lima, Cusco y Trujillo”. La trama comunicaba aspectos esenciales sobre las mujeres, sus derechos, de cómo desarrollarse fuera de casa como seres humanos y no solamente refiriéndose a ellas como una esposa o  una madre, sino como una persona. “Eso era potente; luego de hacerla y abrir conversatorios con el público, sentí que era un teatro útil para las personas”.

En aquella época, Tatiana hizo obras como Mírame, que tocaba el tema de aborto en casos de violación. “Súper dura, pero necesaria. Yo estaba sintiendo que el teatro era un medio, no un fin en sí. Subirte al escenario, a exhibirme no era mi finalidad, sino comunicar”, sostiene. Posteriormente, fue parte de Retablo, grupo con el que realizó pasacalles y teatro de plaza. “Aparece la posibilidad de ir al taller de la EITALC (Escuela Internacional de Teatro para la América Latina y el Caribe) en Machurucutu, Cuba. Yo postulo y me elijen. Fuimos dos personas a Cuba por treinta días. Fue una cosa maravillosa”. Hasta antes de la EITALC yo solo quería hacer teatro, allá llevo un taller de actuación frente a la cámara. Luego llegó la propuesta de la dupla Gómez-Adrianzén para realizar miniseries como Regresa, La Perricholi, Bolero y Tatán. “Era una televisión en la línea en la que yo venía trabajando, con algo potente para decir, para comunicar, para reflexionar”. Una vez dentro de aquellos proyectos televisivos, Tatiana nos cuenta sobre su aprendizaje personal. “Ensayábamos para la miniserie, teníamos proceso de búsqueda, por lo que se parecía mucho a una experiencia teatral, solo que había que aprender otros códigos como el de contener la emoción, de grabar en desorden, lo que me permitía conocer otro lado, había otro tipo de exploración”. Tatiana no ha parado, desde 1991, de hacer al año ya sea una película, serie, novela o algún producto audiovisual profesional. “Esto es un regalo de la vida, tiene que ver con esta apuesta de quedarme de manera activa en el medio y no dejarlo por otras cosas”.

Docencia y maestros

Tatiana, para ese entonces, ya había dictado muchos talleres. “Había seguido mi línea  de trabajo: mi apuesta de vida con niños y niñas en situación de alto riesgo, con adolescentes de comunidades afrodescendientes, pero sentía que a veces trabajaba mucho y te chocabas con murallas muy altas”. Y es que la cruda realidad era que se podía crear conciencia en el niño/a, sensaciones de logro y felicidad temporales, pero ya en sus casas, con un entorno duro y aplastante, nada iba a cambiar. “Además, la experiencia en televisión fue una vitrina, pero vacía: tenía popularidad rápida, la gente te reconocía, te pedía autógrafos, pero después llegabas a tu casa y no había nada. Me llené de vacíos, que me parecían peligrosos”. Es por eso que decide acercarse a la docencia y regresa, después de veinte años, a estudiar Pedagogía Teatral en la ya ENSAD (Escuela Nacional Superior de Arte Dramático) y a aprender todo lo que necesitaba saber para comunicar e interactuar en el aula.

Actualmente, Tatiana es docente en el colegio José Antonio Encinas de Magdalena, que considera como un segundo hogar, a la par de sus demás actividades artísticas.
Recordar a los profesores, quienes le dieron las primeras herramientas para el oficio teatral, significa para Tatiana el volver a sus raíces. “Mi primer maestro en el primer año en la escuela, con el que recuerdo que jugábamos bastante, fue Alfredo Ormeño. Quien me marcó con fuerza, fue la profesora de Expresión Corporal,  Eugenia Ende, quien siempre estuvo orientándome hacia una búsqueda fuera del naturalismo en el aspecto corporal; me marcó a mí y a muchos estudiantes”. Alicia Saco también fue una profesora importante para Tatiana, “por su mirada de mujer, por las obras que hacía, yo creo que la escuela era bastante masculina, entonces Alicia tenía una sensibilidad diferente”. Otro maestro destacado para Tatiana fue Rafael Hernández, pues tenía “una postura muy firme y clara frente a la realidad, donde apuesta por un teatro que rompa las estructuras, que haga pensar; él es brechtiano y por esa ruta nos hacía buscar, comunicar de manera diferente, en cómo trabajar el gesto social”. Menciona, además, a Ismael Contreras con la idea de la práctica profesional. “Nos dio una dosis de realidad, al tener una función detrás otra: dos años en el Museo de Arte, los sábados y domingos con teatro para niños, y no había ningún motivo para dejar de hacer una función”. Finaliza mencionando a Alfonso Santisteban y Maritza Gutty, “ambos maravillosos en la entrega, para hacerte reflexionar, para romper tus propios esquemas”.

Cualidades de un director y un actor

La experiencia le ha permitido a Tatiana concluir que “uno tiene directores que son más controladores de todo el proceso; otros que solamente te estimulan para que tú lo saques; otros que te dejan libertad absoluta, te estimulen o no; y hay más variedades”. En su vida profesional, Ruth Escudero le dejó un sello fuerte. “Lo que ella hizo básicamente conmigo es darme dignidad. Dignidad a la profesión. Tener determinadas condiciones para trabajar, como la remuneración para los actores o los ensayos pagados. Con montajes financiados. Si no tienes esas condiciones, no empieces un proceso”. Tatiana trabajó en varios proyectos con Escudero, la mayoría en rol de actriz y uno como asistente de dirección. “Realmente aprendí eso: quiero que el trabajo se dé pero con dignidad, que sea reconocido, tener una buena puesta en escena, eso fue fuerte con Ruth”.

Recientemente Tatiana trabajó con Carlos Tolentino, un director “que tiene la capacidad para volar, para jugar, para ensayar. La finalidad del ensayo es probar, entonces pruebas, queda, descartas y no pasa nada. Pruebas un montón, y esa posibilidad de prueba, de abrir otras vías, eso tiene Carlos Tolentino”. En cuanto a su experiencia en la nominada y premiada por Oficio Crítico, El arcoíris en las manos, Tatiana afirma que su director Dusan Fung “me rompe esquemas totalmente, porque mientras que yo cojo el texto, soy dramática. Él viene y te dice que el texto ya te lo dice, no lo subrayes, no lo resaltes, quítale la carga dramática para buscar la teatralidad por otro lado, en las acciones”. Confiesa divertida además, que todavía no termina de entenderlo. “Pero me gusta el reto, la prueba, que constantemente no estés instalada, creer que no lo sabes todo, que no sé nada”. En general, Tatiana nos cuenta que siempre trata de ser respetuosa a la mirada del director o directora y trata de meterse de lleno en el camino que ellos le plantean, aunque “a veces sí me provoca seguir mi intuición, cuando hay nebulosa; pocas veces hago eso, sacarle la vuelta al director (risas) siempre trato de seguirlo”.

Sobre las cualidades que debería tener un buen actor de teatro, Tatiana cree no tener la receta. “Sin embargo, creo que hay que ser generoso en el escenario, en las cosas que te pasan, para vivir las emociones, para permitirte sentir y entregar, para que sea un ida y vuelta, creo eso y además, que hay que confiar. A veces, no es tan fácil”. Tatiana propone un consejo: “Hay que hacer”, es decir, se debe entrenar constantemente y desarrollar experiencias. “En cada etapa de la vida hay que llenarse de optimismo, y aceptar aquella película o corto porque hay que entrenarse frente a las cámaras, frente al público, etc. Quizá después ya puedas decir que ya no, esto ya lo viví. Pero al principio sí, porque tienes que llenar tu mochila, hay que enriquecerse”.

La actualidad en las artes escénicas

Tatiana nos cuenta su postura acerca de toda la coyuntura política que vivimos y de su lugar como artista en la sociedad. “Es bien duro, siento que nosotros hemos vivido etapas fuertes de desesperanza. Menciono la desesperanza, porque creo que es la peor manera de vivir: cuando tú ya no tienes ilusiones, cuando ya no crees que se puedan cambiar las cosas, te instalas mal, no solamente en una dinámica mecánica sino también en que todo está podrido y nada se puede cambiar”. Tatiana no quiere ese mundo para su hija, sus sobrinos, los hijos de mis amigos y amigas. “Estamos en una sociedad donde la autoridad te miente, no dimensiona lo que es la mentira, la confianza ni la esperanza. Han atacado esas fibras muy fuertes, eso nos quita dignidad y creo que por eso hay que pelear”. Ella se siente agradecida de poder hablar a través de sus personajes, como en El arcoíris en las manos, en donde se habla del  derecho de una persona a que tenga la identidad que tenga, a realizarse como ser humano y a ser aceptado/a por los demás. “Cada vez que tengo la posibilidad de decir algo potente, yo soy agradecida con la vida”.

Sobre la condición de las artes escénicas actualmente, Tatiana cree que como profesión, el ser actor o actriz se está afirmando. “Afirmarse implica que las condiciones sean mejores; creo que hay una serie de acciones que se realizan en el medio que contribuyen a eso, como la profesionalización en la actuación, continúan los festivales y muestras de teatro, con o sin apoyo del Estado”, asegura. Además, considera que los concursos de dramaturgia ayudan a que salgan nuevas obras con contenido propio, nacional. “Y eso a la gente no solamente le gusta, sino que la hace pensar y reflexionar sobre sus propias vivencias; así nos consolidamos como un arte que te rompe esquemas y te invita a soñar con una sociedad más justa”. Ella aprecia, además, una mejora en los estándares de producción en todas las producciones. “Hay una preocupación por la gestión cultural y la producción en las obras, por cómo ser competitivo y beneficioso económicamente, de cómo llevar el público a las salas. Así también, se percibe una consciencia de que, para pararte en un escenario, hay una serie de condiciones que se tienen que dar y que, también siendo una profesión, requiere estar rodeado de condiciones que lo hagan atractivo, no solamente a niveles de diversión o reflexión, sino también económicos”.

Arcoíris en el futuro

Tatiana nos cuenta que su proceso dentro de El Arcoíris en las manos, obra escrita por Daniel Fernández, fue difícil y enriquecedor. “Es teatro incómodo; yo he sufrido mucho al principio, porque no podía entender a mi personaje, cómo una mamá podía rechazar a su hijo, así de básico y de elemental. Ha sido todo un esfuerzo y un proceso de investigación el saber qué podía pasar por la cabeza de esta mujer, por su corazón para no aceptar ni querer a su hijo, algo que le pasa a muchas mujeres”. Tatiana comenta que escuchó anécdotas de casos similares, lo que le llevó a un segundo paso: entenderla y defenderla. “Defenderla ha sido un proceso interesante, muy opuesta a mí, pero ha sido interesante entenderla y creo que es importante que las madres la vean, pues algo les va a pasar en la cabeza y en su corazón. Yo no creo que ninguna mamá de hija trans que haya ido a ver la obra salga igual. Sí, es un teatro que te puede incomodar, pero que al final te va a aliviar el alma, vas a sentir que es necesario.” El Arcoíris en las manos estará en el FAEL por dos funciones: lunes 5 y martes 6 de marzo a las 8:30 pm. en el Centro Cultural de la Universidad de Lima; esa misma semana, el sábado 10 estrenará Anfitrión en la Alianza Francesa, dirigida por Daniel Amaru Silva y Rodrigo Chávez.

“Yo siempre digo que soy mujer, actriz y afrodescendiente: esas son mis fortalezas, mis identidades”, afirma Tatiana, que es una mujer muy consciente de lo que la rodea y de sus ideales personajes. Nos cuenta que su manera de definirse tiene que ver con la afirmación de identidades. “Hubo un momento en el que era necesario decir el orgullo de ser mujer, porque ha habido una etapa de negación, porque estás en un mundo donde todas las ventajas las tienen los hombres y las mujeres salimos con miedo a las calles”. Para Tatiana, el decir: “Yo soy mujer y tengo derechos” y afirmarlo, representa una  conquista y una forma de construir una identidad. “Actriz también, porque no es tan fácil serlo en este medio. Afrodescendiente también, porque, en esta cultura de negación, de no mirarte y mirar hacia afuera, tú te vas blanqueando. ¡No! Tengo mis raíces aceptadas, con orgullo, siento que cada día nosotros nos vamos afirmando y construyendo este país junto con las otras etnias. Hay una serie de aportes que a veces se quieren invisibilizar. Por todo esto, sí, soy actriz, soy mujer, soy afrodescendiente. Ahí está mi identidad”, concluye.

Stefany Olivos
26 de enero de 2018

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