La
desfachatez desbordada
El sostén de ¿Qué hiciste Diego Díaz? radica en la subsistencia de su discurso.
La obra propone una denuncia abierta, desfachatada, resentida y saludable hacia
la aristocracia del teatro actual, el boom de los talleres formativos, la
persecución de los premios, el elitismo, el ego
y demás demonios escondidos detrás de nuestros escenarios limeños.
Estos planteamientos prevalecen a pesar de
un desarrollo accidentado debido a que son dirigidos hacia el público sin
rebuscamientos, a través de sátiras directas con diálogos explicativos que
salpican un mensaje previamente masticado por los encargados de la
representación.
¿Qué
hiciste Diego Díaz? propone dos personajes de
retórica metateatral que autocritican su existencia y a su vez encarnan roles
caricaturescos en una diversidad de sketchs
que buscan darle explicación a la vida del protagonista Diego Díaz, un hombre
de teatro desdibujado, sin talento ni suerte.
La interpretación en general no busca la
expresión realista sino persigue la construcción de un mundo disparatado, a
través de gags, imitaciones,
desorden, contrastes y diálogo directo con el público. En este sentido, los
actores se tornan desesperados por generar gracia hacia el espectador y en esos
esfuerzos, muchos cuadros de la puesta terminan desinflados o hasta
ridiculizados.
Por otro lado, la obra se arriesga a
elaborar imágenes que desprendidas del diálogo, empiezan a dar un verdadero
significado al concepto del actor anónimo, desconocido, enclaustrado. Tal es
así el instante final en que cada personaje se presenta con un cartel colorido,
que designa el nombre de la persona detrás del vestuario, una ruptura rebelde
que al mantenerse genera una sensación sutil, ajena a todo lo anterior.
Así pues, ¿Qué hiciste Diego Díaz? es un montaje tan enérgico como desordenado,
con una intención detrás que se vuelve cada vez más necesaria, en medio de un
teatro ensombrecido, hipócrita, fofo.
Bryan Urrunaga
10 de noviembre de 2017
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