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lunes, 11 de septiembre de 2017

Crítica: VIGILIA DE NOCHE

Relaciones fragmentadas

Dos hermanos se reencuentran en la cremación de su madre junto a sus esposas, una de ellas ofrece a la otra pareja quedarse en su casa por esa noche; es a partir de esta reunión forzada (los hermanos han estado distanciados) que saldrán a la luz viejos rencores, secretos a voces y una realidad, que evidencia lo desgastadas que pueden verse las relaciones humanas en general.

Vigilia de noche es la propuesta que trae al MALI el director Carlos Acosta. Obra escrita por el sueco Lars Noren, en versión de Daniel Veronese; un drama con toques de humor ácido -por momentos- que narra los conflictos, en apariencia cotidianos (crisis matrimoniales, infidelidades, odios, frustraciones, falta de empatía, etc.), pero que vistos desde otra perspectiva, dan cuenta de la fragilidad de las relaciones, no solo de pareja; puesto que, si expandimos el contexto a las relaciones sociales de hoy, podremos observar lo difícil que resulta construir lazos de afecto duraderos y puntos de equilibrio que nos recuerden que vivimos en comunidad.

Para empezar, un detalle interesante fue el preámbulo de los actores, preparando la escena y presentando partes de su texto, dejando una cierta expectación por lo que vendría. De otro lado, un elenco compacto que se complementa entre sí -conformado por Luis Alberto Urrutia, Giselle Collao, Yamil Sacin y Andrea Montenegro- y desarrolla de forma intensa el conflicto y la contraposición de ambas parejas, que se alían y desunen por momentos. Pese a ciertos pasajes delirantes, sostener el dramatismo todo el tiempo fue un tanto complicado, la atención y conexión se perdía y volvía (tal vez por la duración de la obra: 100 minutos). Así también, una escenografía bastante común, que no trasmitía mucho en el transcurso de la puesta; los objetos servían puntualmente como apoyo de las acciones de los personajes.

La obra puede tener distintas lecturas: personas insatisfechas con su vida, seres complacientes y sin voz propia, relaciones desgatadas y destructivas -que quizá nunca fueron relaciones verdaderas-; todo ello, reflejando con cruel dureza un escenario que bien podría ser el que se vive actualmente con el vaivén de la inmediatez. Aunque tampoco puede negarse que, gran parte de nuestras relaciones con los demás tendrán bastante que ver con la primaria relación entre nosotros y nuestros padres, situación en la que esta pieza teatral coloca al espectador que desea ir más allá en la interpretación de su contenido.

Maria Cristina Mory Cárdenas
11 de setiembre de 2017

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