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sábado, 8 de julio de 2017

Crítica: PLÁSTICA CARNE

Un ideal de plástico

Es un problema actual el hecho de definir la feminidad bajo una mirada utilitaria. En una sociedad consumista como la nuestra existen cada vez más agentes de protesta en contra de los padecimientos que sufrimos culturalmente hablando. Es así como el teatro, dentro de su papel como agente de cambio, se adapta cada vez más a recursos comunicativos para mezclarlos en puestas en escena de obras como “Plástica carne”, escrita por el dramaturgo peruano Pepe Santana y estrenada recientemente bajo la dirección de María Alejandra Ramírez.

La obra nos muestra la lucha de tres mujeres contra las normas sociales que definen los parámetros de lo idealmente femenino. Constantemente se hace referencia a la cosificación de la mujer en relación a su cuerpo y lo que estéticamente resulta más atractivo; todo esto como una información que está insertada culturalmente desde que tenemos uso de razón. La lucha de la que habla la obra está representada en escenas que, en conjunto, parecen ser fragmentos de una fotonovela o de una exposición de museo: una serie de situaciones que tienen la misma esencia, la misma interrogante.

El montaje contó con las actuaciones de Rosalía Hernández, Ana Moloche y Araceli Campos. Las tres actrices, a lo largo de la obra, mutaban de personajes para representar distintas situaciones donde se cuestionaba la cosificación cultural de la mujer. También contó con elementos  escenográficos que transmitían la imagen de una vitrina de tienda: tres marcos de puerta y el vestuario usado durante toda la obra a la vista del público en maniquíes. Desde el principio hasta el fin de la obra se percibe, por parte de las tres mujeres, una sensación de estar siendo juzgadas todo el tiempo, ya sea por la escenografía como vitrina, por las escenas donde predominan las referencias a partes del cuerpo femenino o por la constante comparación con la idea de un cuerpo perfecto. A nivel de dirección, todo lo mencionado me parece muy de acuerdo con lo que la obra trastoca.

El uso de elementos audiovisuales aportaba a una atmósfera frívola; hicieron referencia a canciones y dibujos que tienen alta popularidad donde se muestran aquellos preceptos sobre la feminidad que la sociedad defiende: mujeres con curvas prominentes, mujeres coquetas, delgadísimas, etcétera. La mezcla de las historias y la estética que se propuso hace de esta obra un manifiesto teatral a favor del feminismo que invita a los espectadores a que realmente nos preguntemos sobre qué es ser mujer. Nos invita a dar ese primer paso que las mujeres dentro de la obra dan: el poder reconocer que las mujeres no solo somos curvas y que tenemos todo el derecho a decir que no a las normas que socialmente aún se nos adjudica.

Stefany Olivos
8 de julio de 2017

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