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viernes, 7 de julio de 2017

Crítica: INFORTUNIO

El infortunio de Iker y Amaia

“Infortunio” es una obra en la que podemos reconocer un ambiente sórdido representado por dos parejas que parecen querer escapar de su contexto, sus profesiones y, en el fondo, de sus propias parejas. La obra se divide en tres actos y es construida por cuatro personajes: Iker y Ainoa, Markel y Amaia. Los personajes parecen tener una amistad de años; sin embargo, hay un secreto: Iker y Amaia mantienen una relación a escondidas. Lo peculiar de esta representación de infidelidad es el contexto donde se originó: Iker y Markel son dos sicarios a sueldo, con una vida constantemente expuesta al peligro, con comodidades económicas, cada uno con una relación de pareja muy visceral; todo parece estar conectado con sus maneras de ser tan fría y sin filtro. Por otro lado, Ainoa y Amaia son personajes muy sensuales que parecen ser el reflejo de la personalidad de sus novios: viscerales, crudas, territoriales e intensas en su manera de vivir sus respectivas relaciones amorosas. En cuanto a Iker y Amaia, la relación secreta, es una que parece ser un intento de escapatoria a todo el contexto donde se ven envueltos. Hasta este punto parece que ningún personaje es lo mismo sin sus parejas: Markel no es lo mismo sin Amaia, Ainoa no es lo mismo sin Iker y viceversa.

La obra nos envuelve en un ambiente donde los personajes están constantemente luchando con ellos mismos. Son personajes frustrados, siempre parecen querer vivir algo muy distinto a lo que son. Los personajes estaban en estado álgido casi todo el tiempo; se entiende que la obra quiera transmitir ese mundo sórdido en el que se encuentran, pero me pareció que fueron demasiados recursos los que se enfocaron en resaltar lo sórdido dentro de la obra, algo agotador de ver. A nivel de dirección, me parece que el director ha interpretado la obra desde ese punto: queriendo dar énfasis en lo visceral, sórdido y crudo de la obra, se ha llevado al extremo elementos como la actuación de los personajes, la musicalización de las escenas, etcétera. Se notó en el montaje la frustración de los personajes, tomando como medida de desahogo las pulsiones primarias como el acto sexual violento o tocamientos hasta cierto punto invasivos a sus parejas. Pareciera que ninguno de los personajes tiene otra manera de demostrar afecto, son crudamente demostrativos, usan su cuerpo para mostrar posesión del otro; finalmente, son sus propios cuerpos lo más seguro que poseen, pues sus profesiones no les garantiza nada a largo plazo. El director le da énfasis a cómo sus mentes van pudriéndose poco a poco a través de las proyecciones que usa, aunque a veces eran confusas, no se llega a saber con qué conectaba dentro de la historia. Finalmente, comprendí que esas escenas representan una extensión de la mente de los personajes, el cómo esta va procesando sus maneras de ver el mundo. Me pareció muy atinado el hecho de que los cuatro personajes estén en escena todo el tiempo viendo lo que todos hacen en todo momento, parecía que en cualquier momento iba a explotar la situación; por otro lado, solucionaba las acotaciones que el dramaturgo sugería en la obra como el uso de ventanas y puertas por donde los personajes espiaban las escenas.

¿Por qué los personajes no llegan a cambiar sus situaciones? Llega un punto en el que empiezas a creer que todo lo que tienes es lo máximo que puedes lograr; de pronto, cuando llega algo nuevo, inimaginable hasta ese momento, no puedes lidiar con que un cambio de tal magnitud implica comenzar desde cero. Una pregunta a partir de la obra con la que me quedo: ¿hasta qué punto estamos dispuestos a arriesgar por lo que queremos?

Stefany Olivos
7 de julio de 2017

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