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lunes, 26 de junio de 2017

Crítica: CONFUSIÓN EN EL CUENTO

Reencontrándome con mi niña interior

Debo reconocer con absoluta franqueza que había olvidado la última vez que fui a ver teatro para niños; aunque con certeza debo haberlo pasado tan bien como en esta ocasión. La obra “Confusión en el cuento”, dirigida por Vivi Neves y producida por Renato Pantigozo, es una muestra para toda la familia que se presenta hasta fines de julio en el teatro de Cámara del C.C. “El Olivar”, con un elenco de jóvenes talentos que representan a Panda Teatro Impro.

Una buena estrategia fue el hecho de reunir a los niños asistentes antes de empezar la función y a través de un mini concurso, romper el hielo y darles las recomendaciones que debían seguir durante la misma. Ello, dirigido por un actor del elenco, quien con mucho tino e ingenio logró captar la atención de los chicos.

Dicho esto, en el transcurso de la obra, pensaba cuán difícil y delicado debe ser preparar y representar una obra dirigida a un público tan especial como son los niños. Hacer reír, de por sí, es tremendo trabajo para un artista en escena; pero, si hablamos de un público infantil, el esfuerzo debe ser aún mayor. Puede pensarse que este tipo de teatro es más relajado o “light” como dirían algunos y que es un trabajo sencillo. Particularmente, no lo creo, y es que este género tiene peculiaridades y matices que lo hacen único, no solo por la clásica presencia del clown sino por detalles que deben cuidarse (escenografía, luces, sonido, vestuario, entre otros) para enviar un mensaje positivo y utilizar las regulaciones necesarias para no caer en excesos.

Como su propio título lo dice, en la representación se pretende contarle un cuento al público; no obstante, cada actor ha ensayado un relato distinto y al no contar con un guion uniforme, entreveran las historias de la Caperucita Roja, Blancanieves y los tres chanchitos, construyendo así una divertida versión de los tres. Las actuaciones individuales fueron bastante acertadas, destacando la dulzura de la Caperucita y la candidez de un joven Lobo, que al final sorprende con su astucia. Lo cierto es que la atención de niños y adultos logró capturarse, las risas y murmullos eran la prueba de lo bien que se entendía la trama a pesar de la premeditada confusión. Con una escenografía sencilla pero adecuada, en donde los puntos notables fueron la agilidad, el dinamismo y la presencia constante de los actores, conjugándose con la música y coreografías –que evidentemente se requieren en este género para mantener el interés del público- así como la puntualización de los gestos y el lenguaje corporal –esencial para transmitir el mensaje- elementos que se lograron con éxito.  

Por otro lado, no tengo la certeza desde qué edad era permitido el ingreso (había niños muy pequeños) y que se inquietaran era algo previsible; pero, dejando de lado ese punto, se valora el trabajo realizado. Sin duda, reí mucho y me reencontré con esa niña que alguna vez fui.

Maria Cristina Mory Cárdenas
26 de junio de 2017

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