“Debe haber un gusto del actor por usar el cuerpo para
comunicar”
Una de las puestas en escena más interesantes y disfrutables
de la temporada del año pasado fue, sin duda, La multitud, flamante y primera
producción teatral del Instituto Confucio de la Pontificia Universidad Católica
del Perú, escrita por Nick Rongjun Yu, uno de los dramaturgos chinos
contemporáneos más populares a nivel mundial. La responsable de este primer
montaje de una obra de dramaturgia china en el Perú fue Marissa Béjar, directora
escénica, investigadora y profesora de amplia experiencia nacional e
internacional y premiada por el jurado de Oficio Crítico como el mejor trabajo
de Dirección en Drama del 2016. “Definitivamente mi formación y experiencia
previa en el Perú han sido muy importantes”, menciona Marissa. “Pero también ha
sido crucial y absolutamente decisivo todo lo vivido, aprendido, visto, y
trabajado fuera del Perú en mi estadía en Nueva York por cerca de seis años, y,
desde que volví, en mis salidas al exterior de los últimos cuatro años, que me
han permitido ver, experimentar y sobre todo, aprender técnicas y perspectivas
diferentes a lo que usualmente se hace y se enseña en el Perú”.
“Yo diría que desde muy pequeña entré en contacto con el mundo
de la actuación. En el colegio tocaba guitarra, cantaba y bailaba en las
actuaciones, era maestra de ceremonias”, recuerda Marissa. “Mi madre fue una
conocida actriz de teatro y televisión (Ana María Miranda), así que crecí
escuchando sus historias y visitando los sets de televisión para verla actuar.
Siempre el teatro y el arte escénico estaban presentes en casa”. Afirma también
que le tocó vivir una época dura (fueron los años ochentas) y sentía la presión
de estudiar una carrera y ser profesional. “Mi madre estudió teatro de modo
profesional, y sabía en carne propia que era una profesión sumamente difícil
para sobrevivir, es por eso que ella insistió mucho en que mi hermana y yo
estudiáramos otras carreras de modo profesional”. En cuanto a su padre, Héctor
Béjar, además de ser un profesional de las Ciencias Sociales, ha estado muy
comprometido con lo que sucede en el Perú y ha tratado activamente de
participar en la mejora o transformación de nuestro país. “Desde ese punto de
vista, mis motivaciones de vida y el deseo de estudiar, además de mi mamá,
también provienen de él”.
Estudios y experiencias escénicas
Marissa es diplomada como actriz profesional por la
Escuela de Teatro de la Pontificia Universidad Católica del Perú, y Bachiller
en Ciencias Sociales con mención en Sociología por la misma universidad. “Mientras
estudiaba Sociología llevé varios talleres de teatro e integré el Coro
Creación, que fue parte del movimiento de la nueva canción en el Perú.
Cantábamos temas que buscaban revalorizar la cultura peruana y latinoamericana,
con cierto contenido político. Nunca canté en solitario, el tema grupal era
vital para mí”, afirma. Posteriormente Marissa entra al TUC. “Entré tanto al
TUC como al Conservatorio Nacional de Música para estudiar Dirección Coral,
pero me era imposible llevar ambas cosas, así que me quedé solo en el TUC”.
Evidentemente, su paso por la sociología y la música ha nutrido su actual
carrera como directora de teatro, por ejemplo, con La multitud. “Esa obra tiene
una música y un diseño de sonido muy particulares. Me parece que también hay
musicalidad en el manejo de los cuerpos en el espacio y en el timing de la
acción en escena”, afirma.
Una vez terminado el TUC, Marissa pasó a dirigir montajes
en el grupo Los Tuquitos (cuyo director sigue siendo Jerry Galarreta), con el
que logró ganar el Primer Festival de Teatro Peruano del ICPNA en 1996, con la
obra De qué te quejas, empatando con Un verso pasajero de Gonzalo Rodríguez
Risco. Pero, ¿cómo llegó a la dirección? “Fue todo muy lindo: para salir de la
Escuela teníamos que llevar un Taller de Dirección”, menciona Marissa. “Las
únicas de mi promoción que hicimos el taller fuimos mi amiga del alma y
extraordinaria actriz María Angélica Vega y yo. Esa primera experiencia la
condujo nada menos que Pipo Ormeño”. Y es que aquella época del TUC fue muy
particular, como relata Marissa, la de la época de los noventas. “Era el teatro
del cuerpo y del movimiento, cuando el TUC era dirigido por María Luisa de
Zela. Había una formación sólida, con una propuesta física importante en el
Perú. Eso sí, el entrenamiento era de terror”. Marissa se decidió a dirigir la
pieza El último cliente, con las actuaciones de Vega e Ismael Contreras. “Esa
propuesta la vio Danny Kanashiro (co-fundador de Los Tuquitos y director
invitado para La conquista); él tuvo que irse y me dejó como directora de la
mencionada obra de Alejandro Buenaventura y Jorge Adoum. Con esa obra viajamos
mucho y después terminé dirigiendo De qué te quejas, con la que ganamos el
festival y también visitamos el interior del país y el extranjero”.
“Luego de dirigir un par de años más en Lima, decidí salir
del Perú en 1999 a estudiar”, menciona Marissa. Y su experiencia acumulada ha
sido vasta y literalmente por todo el mundo: residente del Royal Court Theatre
de Londres en su International Residency for Playwrights and Directors; del
Lincoln Center Theater de Nueva York, en su Lincoln Center Director´s Lab; de
la Scuola europea per l’arte dell’attore de San Miniato, Italia; de Casa de
América de Madrid, en su Residencia para Profesionales de Dramaturgia y
Dirección Teatral; del Bread and Puppet Theater, en su residencia Living with
the Bread and Puppet Theater, en Vermont, USA, entre otras residencias
internacionales. “Mi idea era la de ampliar el lenguaje escénico que yo tenía,
integrando la reflexión con la acción, experimentando con videos y sonidos, a
los cuales les tenía un poco de miedo”, confiesa.
De vuelta en casa con La multitud
Marissa volvió al Perú y reconoce que la inserción ha sido
muy complicada. “Es que en nuestro teatro hay tribus sólidas y, a veces, poco
permeables”, reconoce. “Regresé, me casé, tuve a mi hija, pero sentí que no era
el momento aún de dirigir, ya que implicaba buscar dinero, espacios,
productor”. Es así que Marissa vuelve a las aulas como docente y también tiene
la oportunidad de salir del país por cuestiones académico-artísticas,
vinculándose con otros artistas docentes extranjeros, como en el Mellon School
of Theater and Performance Research at Harvard University; en tres
oportunidades en el Summer Institute Cologne, organizado por la Universidad de
Colonia y Northwestern University; y en los congresos del American Society for
Theatre Research en las ciudades de Dallas, Baltimore y Minneapolis, así como
el de Performance Studies International, en la ciudad de Shangái.
Definitivamente ser Master of Arts in Media Studies por la New School
University de la Ciudad de Nueva York, universidad en la cual obtuvo también el
Diploma de Post Grado en Realización de Cine, le ha permitido otorgarle un
aspecto audiovisual muy particular e interesante a La multitud.
“Pienso que más que una representación literal del
texto, La multitud es un diálogo, una interacción. Todo el aspecto audiovisual
fue una propuesta fantástica y simbólica de un joven profesional de la
especialidad de Comunicación Audiovisual de la PUCP y un equipo de alumnos”,
cuenta Marissa. Comandado por Gabriel Olaya, Asistente de Docencia de la
Universidad Católica y por alumnos de último año de la especialidad de
Comunicación Audiovisual (Marisol Heredia, Geraldine Andicoechea, Paul Guerra,
Sayuri Kina y en un primera etapa, Andrea Bernales), las propuestas sonora y
visual del espectáculo se basaron en proyecciones que cuentan con diversas
animaciones de su propia autoría. “Me resulta muy interesante la experimentación
escénica con nuevas tecnologías”.
Para interpretar La multitud, se convocó a un elenco de
actores muy parejo, que no solo incluyó a la infaltable María Angélica Vega,
sino también a Víctor Prada, Oscar Carrillo, Anneliese Fiedler, Mariajosé Vega
y Claret Quea. “Yo tengo mi propio criterio sobre cómo debe ser un actor
ideal”, reconoce Marissa. “Primero, este debe manejar el texto desde una
perspectiva muy contemporánea y sólida en técnica: tiene que buscar la verdad
en el otro y no en uno mismo. La idea es que el actor realiza un trabajo físico
en el que el texto opera sobre el otro, con el texto uno busca que el otro
personaje haga algo. Para mis montajes siempre necesito actores que tengan esta
técnica, o que al menos estén dispuestos a aprenderla”. En segundo lugar, y
como aplicada alumna del TUC, afirma que el trabajo del cuerpo es muy
importante. “Debe haber un gusto por usar el cuerpo para comunicar, incluso en
dramaturgias donde el texto es uno de los ejes centrales, como La multitud; por
algo el teatro es teatro, eso lo diferencia de que te narren la historia o que
la leas, tiene que haber algo interesante sobre el escenario”. Y finalmente, un
actor no puede ser problemático. “Problemas en un montaje siempre van a haber y
hay que solucionar, todos tenemos que tener buena vibra y aceptar trabajar con
riesgo, de poder experimentar, de tirarse a la piscina; puedes ganar o perder,
pero lo haces a conciencia. Esa actitud estuvo presente en todos los actores de
La multitud”.
Actualmente, Marissa es profesora asociada de la Facultad de
Artes Escénicas de la PUCP, y también ejerce en la Facultad de Ciencias y Artes de la Comunicación, en la Facultad de
Ciencias Sociales y en la Maestría de Antropología Visual. Además, realiza el Doctorado en Sociología en la Pontificia Universidad
Católica del Perú donde desarrolla un tema de tesis vinculado a las artes
escénicas en Lima. Además, nos comparte con mucha alegría uno de sus proyectos
para este año: ha sido invitada para ser una de los directores del
"International Master Class on Directing", organizada por el Shanghai
Theatre Academy. “Es un programa bellísimo donde se selecciona a cerca de 25
participantes de todo China, entre directores, actores, bailarines, performers
de ópera china, etc., maestros de dirección teatral, y estudiantes de dirección
a nivel de posgrados, para trabajar con directores de alguna región del mundo”.
Si bien es cierto, en años anteriores se
han concentrado en otras regiones como Europa del Este, Estados Unidos u
Oceanía, este año le tocó a América Latina. “Seremos cuatro directores de la
región y cada uno de nosotros estará una semana y media en Shangái conduciendo
este espacio de trabajo tan interesante. La idea es que cada director está a
cargo de una semana y comparte sus métodos y técnicas de trabajo, así como su
visión como artista con todos los participantes”. Marissa comenta que esta ha
sido una invitación cuyo proceso ha durado varios meses el año pasado, y que
incluyó una visita de los directores del programa a Lima para ver su trabajo y realizarle
una entrevista antes de oficializar la invitación. “Estoy muy orgullosa por
esto, muy entusiasmada y feliz por esta experiencia hermosa por la que voy a
pasar”, concluye.
Sergio Velarde
27 de enero de 2017