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sábado, 19 de noviembre de 2016

Crítica: ORQUESTA DE SEÑORITAS

Las estilizadas y delicadas muchachas de la banda

Este fue un año de grandes pérdidas para el escenario peruano: uno de esos artistas fue, sin duda, Ricky Tosso. Si bien es cierto siempre supo aprovechar su extraordinaria vena cómica desde sus inicios, fue acaso en sus últimos trabajos donde demostró una inusual versatilidad para interpretar una variada gama de personajes, como fueron los de En el parque, Chico encuentra chica, Hombre mirando al sudeste o ¡Ay amor!, por citar algunos. Justamente el citado artista tenía, entre sus varios compromisos teatrales para el 2016, el de dirigir una pieza que supiera conjugar drama y comedia por partes iguales; en ese sentido, Orquesta de señoritas (L'Orchestre, 1962) del dramaturgo francés Jean Anouilh resultaba ser a todas luces la mejor opción. Ricky no pudo concretar el mencionado estreno, pero sí lo hizo el director David Carrillo (con quien trabajó en La tiendita del horror) y el resultado es una deliciosa tragicomedia producida por Plan 9 en el Teatro Larco, en honor al recordado actor y con la participación de su hijo Stefano Tosso en el elenco.

La trama de Orquesta de señoritas involucra a un grupo de mujeres y un pianista, todos integrantes de una esperpéntica orquesta durante los difíciles tiempos de la postguerra, mientras hablan sobre sus problemas del día a día hasta que se avecina la tragedia sobre una de ellas. La obra se estrenó inicialmente a finales de la década del sesenta en el popular y distinguido Teatro Histrión, con la participación de primeros actores interpretando a las damas en cuestión: nada menos que Mario y Carlos Velásquez, Adolfo Chuiman, Jorge López Cano, Cesar Urueta y Willy Gutiérrez, con Rodolfo Carrión como el pianista. En los setentas con Edgar Guillén y en los noventas con Ricardo Fernández, la pieza regresó a los escenarios, e inclusive este año en un discreto montaje a cargo de Rafael Sánchez y su Teatro de Cámara.

Por su parte, la puesta de Carrillo luce sumamente estilizada: el diseño de producción y los vestuarios brillan en escena, como también las voces en vivo durante los números musicales. Se desdibujan los estragos de la crisis como consecuencia de la guerra, eso sí, pero se gana en picardía y vistosidad. Acaso el triste final de una de las muchachas no tiene todavía la contundencia necesaria para generar el descalabro en la última escena, pero la dirección sí se luce con un elenco que depara más de una sorpresa: el cómico Ernesto Pimentel, quien regresa a los escenarios luego de años haciendo televisión, ciertamente construye un sólido personaje como la directora de la orquesta, ganándole incluso a su colega Manolo Rojas en La sangre del presidente. Stefano Tosso también consigue un par de escenas conmovedoras, al igual que un inspirado Job Mansilla como el hilarante pianista. Y las señoritas de la banda, que interpretan los jóvenes Pedro Pablo Corpancho, Mauricio Lombardi, Alex Mori y Francisco Luna, resultan desternillantes en escena, cada una con una personalidad propia.

Orquesta de señoritas le hace justicia a uno de los actores más entrañables y completos de nuestra comunidad teatral, como lo es Ricky Tosso. El montaje contiene delirantes diálogos y un corrosivo humor, comandado por el experimentado Pimentel, quien se burla (sin caer demasiado en el abuso) de la ambigua apariencia de las señoritas y del romance entre una de ellas y el pianista. Más allá de ser un justo homenaje para un actor que nunca olvidaremos, los responsables de esta nueva versión de Orquesta de señoritas de Jean Anouilh logran uno de los espectáculos más interesantes y cuidados de la presente temporada.

Sergio Velarde
19 de noviembre de 2016

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