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sábado, 19 de noviembre de 2016

Crítica: GRIETAS

Una vuelta al incierto pasado

Algunas obras peruanas contemporáneas han buscado reflejar, cada una en su particular estilo, aquella época transitoria y oscura que nos tocó vivir en la capital a finales de los ochentas e inicios de los noventas: por ejemplo, en la excelente La eternidad en sus ojos (2013), su autor Eduardo Adrianzén consiguió trasladarnos a esos tiempos a través de una furtiva historia de amor entre una profesora y su alumno, en medio de migraciones forzadas, mucha incertidumbre y coches bomba. Pues bien, ganadora del Festival sala de Parto 2014, la pieza Grietas de Christian Saldívar nos introduce al interior de una familia limeña ciertamente resquebrajada en esos años, oportunamente estrenada en un espacio de apariencia tan urbana y desolada como es la que ofrece el Teatro Ensamble de Barranco.

Dirigida por la joven e incansable Jamil Luzuriaga, codirectora de Oleanna (2014) y actriz en En el jardín de Mónica (2015), Grietas funciona como un sólido drama familiar en dos tiempos y en el mismo espacio escénico, a través de los ojos del confundido hijo Javier (Joaquín Escobar) : su hermana Lorena (Moyra Silva, a quien vimos en Vida de miel…) huyó inexplicablemente de su casa y siete años después, su familia se prepara para recibirla en medio de una seria crisis económica. Una crisis reflejada no solo en la precaria estabilidad del hogar, sino también en el ánimo y en la conducta del resto de la familia: Carmen (la notable Sylvia Majo de Cómo crecen los árboles), una madre exasperante que encuentra una falsa serenidad en la devoción hacia un santo;  Alberto (Antonio Arrué, recuperado para la escena), un frustrado y machista padre; y Abel (Manuel Calderón), el tío dueño de la casa que antepone su propio beneficio a su propia familia.

Acaso el mayor mérito de la puesta en escena de Grietas sea el de retratar, con mucha fidelidad, la amargura y el desencanto de aquella oscura década. La escenografía, constituida por una enorme cantidad de cajas de cartón, suma a esta propuesta; así como la disposición de las butacas, que permite al espectador una mirada más íntima y a la vez, inquietante al drama. Tópicos tan reconocibles como la búsqueda de identidad, la soterrada violencia y la crisis de valores en general, son tratados con mucha contención. A destacar el trabajo de Majo, foco de maltrato y egoísmo sobre el que gira toda la acción. Grietas, acertado trabajo en conjunto de Saldívar y Luzuriaga, nos recuerda pertinentemente cuánto hemos avanzado como sociedad en las últimas dos décadas y si esta aparente estabilidad que gozamos hoy en día, no se encuentra seriamente resquebrajada.

Sergio Velarde
19 de noviembre de 2016

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