Entre la memoria y el olvido.
Arístides Vargas es uno de nuestros dramaturgos latinoamericanos
preferidos. Sus obras tienen un fuerte sello autobiográfico, con temas
evocativos y marginales, escritos de forma poética, a ratos con toques de
amargura, y a ratos, con un fino humor. Así vimos en el 2012, dos adaptaciones
de su autoría: La razón blindada y El deseo más canalla; y este año, la notable
La República Análoga, dirigida por él mismo. Le toca el turno ahora a la
agrupación Espalda de Bogo, responsable de Nunca estaremos en Broadway (2012)
en el ICPNA de Miraflores, hacerse cargo de una nueva pieza de Arístides:
Malanoche, que además forma parte de un Proyecto final de Artes Escénicas de la
PUCP. Estrenada en El Galpón Espacio, con la dirección de Tirso Causillas, la puesta
en escena tiene indudables méritos, pero también ciertos aspectos que podrían
corregirse.
Carlitos (Daniel Cano) y Mifasol (Alejandro Larco, también responsable
del proyecto) interpretan a dos parroquianos en una cantina, que beben cerveza
mientras juegan billar. Ellos son atendidos por un hombre travestido que
responde al nombre de Chepandolfo (Sebastián Eddowes), mientras una misteriosa
mujer (Gabriela Olivera), que solo Chepandolfo puede ver, aparece y desaparece relatando
cómo fue torturada y asesinada. Arístides propone aquí un juego de memoria y
olvido entre los hombres: ellos pueden ser culpables o inocentes, de acuerdo a
los recuerdos que poco a poco van articulando, entrampándose en sus propios
diálogos. El tratamiento del texto es interesante, pero algunas fallas en el
montaje podrían subsanarse para obtener un producto más acabado.
El director Causillas convierte el espacio de El Galpón en una cantina
y coloca a los espectadores en mesas y sillas, simulando estar actores y
público en el mismo ambiente, pero la cuarta pared pocas veces es rota. Tratándose
de una versión libre, se podría trabajar más la participación activa del
espectador en la historia. También los personajes limpian y apilan las cajas de
cerveza sin ningún motivo aparente, acaso solo para tumbarlas y obtener así,
los efectos sonoros necesarios para los momentos tensos. Con algunas
deficiencias por pulir en su dicción, los actores en general logran sacar
adelante sus respectivos personajes, especialmente Eddowes. Malanoche, como
proyecto final del curso de Artes Escénicas, es una interesante propuesta
teatral, que no traiciona el espíritu de Arístides, pero que todavía nos debe
una evolución.
Sergio Velarde
22 de junio de 2014
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