Gran espectáculo, fallida dramaturgia
Rodeada de gran expectativa, se estrenó en el Centro
Cultural Ricardo Palma la obra teatral “El rapto de Perséfone”, a
cargo del grupo Kronopios bajo la dirección de Carlos Rubín, quien basó la
dramaturgia en una antigua leyenda griega: Perséfone, hija de la diosa de la
Tierra llamada Deméter, es secuestrada por Hades, para ser la reina del
Inframundo. Inmersa en su dolor, Deméter deja de atender sus labores en bien de
la Naturaleza, hasta no recuperar a su hija, lo que explicaría los cambios de
estación en el mundo. Y si bien el mito de Perséfone no es de una gran
complejidad, Rubín yerra ya sea en no propocionarle mayor simpleza al
argumento, o en restarle coherencia a las acciones dramáticas, pues de uno u
otro modo, el espectador promedio se vería confundido al no entender de qué va
el montaje.
Pero si la idea de Rubín es darle al público sólo un vistoso espectáculo, lleno de imágenes, movimientos y creativas caracterizaciones, pues “El rapto de Perséfone” acierta a todo nivel. A pesar de algunas deudas que le tiene Rubín a Richard Torres y su particular visión de hacer teatro, las escenas en las que los actores escenifican sus coreografías constituyen lo mejor del montaje, dejando en segundo término al argumento en sí. El mismo Rubín se reserva el mejor personaje, Hades, en una cuidada caracterización en cuanto a maquillaje y vestuario, así como un ingreso espectacular con música, antorchas y danza. Los veteranos Mariella Trejos y Reynaldo Arenas recitan sus textos sin tacha, pero completamente aislados del resto del montaje. Edith Tapia cumple como la bella y trágica Perséfone, pero poco puede hacer por resultar algo más que un mero elemento decorativo. Acaso lo más interesante sea el trabajo en conjunto del Coro, en el que se encuentran actores de registro tan variado, desde Jeffrie Fuster hasta Úrsula Kellemberger (ambos, lo mejor de “El marqués del Mangomarca” del año pasado, también dirigida por Rubín), acompañados por Mariella Elizalde y Vanesa Carranza, quienes aportan fuerza y precisión en su desempeño escénico.
“El rapto de Perséfone” termina con un inexplicable parlamento a cargo de Reynaldo Arenas quien, en medio del escenario y sin máscara (obviamente en su calidad de intérprete), defiende a aquellos creadores que se arriesgan en estrenar obras teatrales “complejas” o “polémicas” de los críticos teatrales, quienes deberían darle mayor valor a las buenas intenciones que a los resultados en el escenario. Dicha postura no resulta para nada descabellada, pero sí resulta incoherente y fuera de lugar darla a conocer al finalizar algún espectáculo teatral, ya que se prestaría a muchas interpretaciones. Esta nueva obra de Rubín, a pesar de los problemas en dramaturgia y dirección de actores, vale como una honesta creación de este joven director, quien poco a poco irá encontrando su propio camino.
Sergio Velarde
05 de septiembre de 2010
Exelente crítica.
ResponderEliminarVí la obra y no pasó de ser un exelente espectáculo con 2 Primeros actores desperdiciados y Edith Tapia en el papel de Perséfone que como bien dice la crítica poco pudo hacer bajo un argumento tan falible, considero que por la mala dramaturgia el director no sacó provecho del elenco con el que contó.
La producción general de la obra, el vestuario, el coro y la presencia de los Primeros actores y Edith Tapia divina en el papel de Perséfone, hicieron la obra.
El director debe reflexionar en el camino a seguir.