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domingo, 18 de octubre de 2009
Crítica: FANDO Y LIS
Gran texto sin dirección física
Fando y Lis son dos sufridos seres marginales que habitan un mundo destruido y apocalíptico: él sufre de esquizofrenia, dejando aflorar por momentos su personalidad más salvaje y despiadada; y ella, de parálisis, pero se aferra a la compañía de Fando para no sentirse sola. Ambos buscan infructuosamente llegar a Tar, una inalcanzable (y presuntamente inexistente) ciudad prometida, encontrando en su camino a tres singulares personajes, tan perdidos como ellos. La corrosiva pieza “Fando y Lis”, con fuertes reminiscencias al teatro del absurdo, a Beckett y su Godot, fue escrita por el español Fernando Arrabal en 1955, que incluso llegó a la pantalla grande, en medio de gran escándalo, de la mano del director Alejandro Jorodowsky. El mes pasado se presentó en el Centro Cultural del CAFAE una nueva versión de la obra, a cargo del grupo Contempo Teatro, que nos permitió revisitar esta singular y cautivante historia.
La puesta en escena de “Fando y Lis” logra transmitir la desesperación y sufrimiento en la relación disfuncional entre los dos protagonistas, consiguiendo momentos álgidos y dramáticos, secundados correctamente por el trío de personajes comparsas, que no logran ponerse de acuerdo en una acción determinada a seguir. Algunos momentos notables son el sueño de Lis (que nos anticipa su irremediable destino) y su grotesco final en manos de Fando. La incomunicación, la sordidez y la desidia del ser humano son retratadas con mucha crudeza por el elenco, pero el conjunto se resiente de una sólida dirección que permita engranar las escenas coherentemente (la dirección del montaje fue colectiva) y evitar así algunas fallas elementales, como la de no acompañar los cambios de escena con música de fondo, para evitar escuchar a los actores preparando sus elementos.
Los actores Elizabeth Duarte y Miguel Ángel Malpartida asumen con bastante dignidad y convicción los papeles principales, dotando a sus personajes de humanidad: resistencia al dolor y necesidad de afecto en ella; descontrol e inseguridad en él. Franco Guerra, Beto Miranda y Eric Otero tienen a su cargo los intrigantes personajes secundarios, que cumplen la función de aliviar la tensión generada por la esquizofrenia de Fando. A pesar de las deficiencias propias por la carencia de dirección, “Fando y Lis” vale por su genial dramaturgia y por el trabajo coral de un esforzado y talentoso grupo de jóvenes actores, que de haber contado con un director inspirado, se hubiera convertido sin duda, en uno de los mejores montajes independientes del año.
Sergio Velarde
18 de octubre de 2009
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