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domingo, 11 de mayo de 2008
Crítica: AZUL RESPLANDOR
El dedo en la llaga
Así como Aldo Miyashiro y su "Función Velorio" nos sumergieron hace algún tiempo en los bajos fondos del mundillo teatral, en "Azul Resplandor" Eduardo Adrianzén nos presenta una feroz mirada al manejo del teatro de "los de arriba", de la élite artística, en la que quedan al descubierto nuestras carencias, miedos y prejuicios que tanto lastre le cuelgan a nuestra comunidad teatral. "Azul resplandor" representa el último fulgor de un fósforo al consumirse, tal como la vida de la protagonista, una legendaria actriz de teatro ya retirada y cuyo retorno a las tablas será la excusa para presentar en escena los círculos viciosos en los que permanecemos entrampados y de los que aparentemente jamás podremos escapar.
Brillantes diálogos reflejan la necia idiosincrasia artística a través de personajes exageradamente reconocibles: la celebrada actriz dramática que no vivió ni sintió sus papeles más memorables, el empeñoso segundón sin talento eternamente relegado, el soberbio y déspota director capaz de destrozar a Lorca para hacer prevalecer su punto de vista, la asistente de dirección que pierde su identidad al ponerse al servicio de otro y los actores "muñequitos de torta" que buscan la hipócrita aceptación de la comunidad intelectual perpetrando montajes "culturosos" sin ningún tipo de interés real.
Pero este montaje del director Carlos Tolentino no sólo se limita a la cruda visión de nuestra realidad teatral, sino que nos presenta una historia de amor otoñal completamente creíble: Tito Tapia, un mediocre actor de teatro y televisión, le declara su amor con un atraso de veinte años a la diva Blanca Estela y la convence de regresar por todo lo alto a los escenarios en una singular temporada orquestada por el delirante director Antonio Balaguer.
Formidables Attilia Boschetti y Ricardo Fernández en los roles protagónicos, divertidos y conmovedores a la vez, acompañados por un sólido elenco que no se queda atrás conformado por Alejandro Escudero, Sofía Rocha, Óscar López Arias y Claudia Mori. Una imagen notable y un inteligente guiño del autor: en la conferencia de prensa tanto los actores como el director responden nimiedades sentados en sillas plateadas, mientras que al pobre dramaturgo, sentado en un banquito de madera, no le preguntan nada. Un resplandeciente montaje de visión obligatoria.
Sergio Velarde
28 de junio del 2005
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