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miércoles, 25 de junio de 2025

Crítica: LA ÓPERA DE TRES CENTAVOS


Teatro para una sociedad en decadencia

En esta ocasión, el director Jean Pierre Gamarra pone sobre el escenario una obra musical bastante innovadora, ingeniosa y, sobre todo, atrevida, en el sentido de que se arriesga a hacer una crítica directa a la situación social y política actual a través del humor. Una obra que resalta no solo por su escenografía bastante elaborada y llamativa, sino también por la historia que se nos narra y las brillantes actuaciones de André Silva, Maria Grazia Gamarra, Leonardo Torres Vilar, Amaranta Kun, Oscar Yepez y Alonso Cano; así como la genial orquesta dirigida por Jaime Batán Ramírez. 

Desde el primer momento se siente el ambiente lúdico, pero que al mismo tiempo intenta ser de tensión. Las indicaciones que se suele dar al público antes de iniciar la función fueron en alemán, traducidas al español, aunque quizás no de manera fidedigna, pero ahí radicaba lo cómico, además que comenzaba a poner al espectador en el ambiente. Esto, sumado al acompañamiento musical, cuya letra no hace más que remarcar que hacer lo correcto a veces te puede traer más perjuicios que beneficios, ponen al espectador en el tono de la obra y todo se va sintiendo como un juego.

La historia nos narra cómo una "ingenua" Polly Peachum (Gamarra) se enamora de un Mackie Navaja (Silva) osado e irreverente que sabe que tiene la sartén por el mango y que la justicia no lo puede tocar. A lo largo de la puesta vamos viendo cómo los distintos personajes se van burlando de las leyes y normas de la sociedad para favorecerse a ellos mismos o a algún conocido -siempre dejando en claro que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia-, como es el caso de Tiger Brown (Yepez), un policía que, lejos de cumplir con su deber, vemos cómo se va desviando y actúa de la misma manera que los demás personajes a quienes, se supone, debe corregir.

Es una referencia directa a la crítica del capitalismo: aparece un Mickey Mouse acompañado de otras dos ratas, lo cual también da un momento como de surrealismo, pues como bien se menciona en el panfleto que reparten apenas uno llega al teatro, no es una obra de teatro que refleje la realidad, sino que es una alegoría de esta, se burla abiertamente de todo y todos. Es una pieza que arranca con lo hilarante que reside en la vida misma, y es como estar en una suerte de carnaval. Aquí no hay finales felices, pero tampoco tragedias; todo es absurdamente injusto, y no hay mejor demostración de ello que el final, en una escena con bastante carga política y una postura clara sobre lo actual.

Es una obra que demuestra que se puede decir y criticar mucho desde la comedia, no hace falta un gran discurso solemne para denunciar injusticias e igual llegar a la gente. Por más puestas en escena de este tipo que se atreven a denunciar sin miedo y mostrar que el arte es político.

Barbara Rios

25 de junio de 2025

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