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sábado, 31 de mayo de 2025

Crítica: FELIZ AÑO PASADO y EL PROCESO


Fragmentos de la vida cotidiana sobre el escenario

Con una propuesta innovadora, cuyo objetivo es traer al teatro a espacios donde normalmente uno solo va a comer y conversar, La vida sin sostén Producciones nos trae dos obras de 30 minutos cada una, que se desarrollan en un salón del restaurante La Folie, donde el público no solo asiste a la función, sino que también puede hacerlo mientras cena o toma algo o conversa con su acompañante. La idea es que se genere un ambiente ameno que incite a las personas a acercarse al teatro, que ya no lo vean como algo lejano o un lugar muy serio y frío, quizás, pues genera una atmósfera acogedora que invita a compartir.

La primera obra, Feliz año pasado de la dramaturga Alejandra Sierralta, nos cuenta la historia de Laura, una mujer que desea reconciliarse tanto con ella misma como con su historia. Mediante una serie de flashbacks que fueron posibles sin necesidad de grandes elementos sobre el escenario, solo los efectos de sonido, un buen uso de luces, así como del espacio, y la gran actuación de Antonella Gallart, la historia nos transporta a distintos momentos de la vida de nuestro personaje, algunos tristes, otros cómicos; sucesos cotidianos con los que al público se le hace fácil identificarse, lo cual, combinado al buen ambiente, suma bastante a la puesta. Al final la historia nos deja con un conmovedor mensaje de aprovechar cada pequeño momento de nuestras vidas, pues uno no sabe cuándo será la última vez que vea a alguien o sienta algo.

Por otro lado, la obra El Proceso, del dramaturgo Daniel Goya, es de un corte más del estilo del programa Black Mirror, de hecho, apenas acaba te deja esa sensación. Se nos cuenta la entrevista laboral por la que pasa Alfonso, la cual es poco usual y evidencia lo que uno estaría dispuesto a hacer con tal de obtener un puesto que se anhela, incluso si eso implica perder a personas cercanas. Es una obra que a su manera invita a la reflexión de los propios actos, pero sin llegar a ser moralista o que intente persuadirte de tomar una posición determinada; de hecho, que sea tan abierta es lo que invita al diálogo posterior entre el público.

Ambas piezas teatrales se complementan, en el sentido de que buscan generar cierta reflexión en el público. Que se presenten en un ambiente relajado y de diálogo no implica que estén exentas de ideas que dejen pensando al espectador o que no lo muevan en absoluto; al contrario, son de esas representaciones de las que sales habiendo aprendido algo sin darte cuenta, y es ahí donde reside el encanto de estas obras que, con tan poco y en tan poco tiempo tienen algo importante que decir.

Barbara Rios

31 de mayo de 2025

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