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sábado, 21 de diciembre de 2024

Crítica: EL GOL DE ALEX


Que no se vacíen las tribunas

¿Qué sitio tiene el amor dentro del fútbol? El gol de Alex, desde la dirección de Silvia La Torre, nos propone que en realidad bastante, si es que nos atrevemos a pensar en un mundo distinto. La dramaturgia de Antonio Hernández Centeno ya corre por sí misma un riesgo siendo una obra queer sobre fútbol, pero el conservadurismo que encierra al fútbol en Latinoamérica puede ser igual de peligroso. Por fortuna, la inteligente dirección de La Torre y las actuaciones de Jesús Oro y Diego Salinas logran encontrar a su público.

La propuesta sabe diferenciar bien cada momento: la pareja principal inicia su conversación de Grindr con un ritmo más apresurado, ácido, en lugares y con narraciones paralelas. Solo cuando ingresan al mismo espacio empezamos a sentir conexión genuina entre ambos. Es justo decir que esta tarda un poco en aparecer, en desarrollarse. Dudas, tal como el personaje de Salinas, de si este encuentro entre ambos personajes es una buena idea.

El desarrollo de la obra nos confirma que esta sensación es natural: ambos personajes están ocultando sus miedos y sentires reales. Una vez podemos dar paso a estos y ambos personajes se muestran de cuerpo completo, es que comprendemos la importancia de su vínculo en lugares donde, sean las apps de citas o el fútbol, este aspecto de la comunicación tiende a disiparse. Aquí Salinas destaca en la naturalidad de sus diálogos, mientras que Oro nos propone un buen misterio alrededor de las inseguridades que su personaje oculta a través de lo banal.

Ambos actores pasan la mayor parte del tiempo juntos, debatiendo sobre sus vidas y la manera en la que han vivido su orientación, ambos desde sus propias vidas y corporalidades. Aun así, es notorio que desde la dirección se ha diferenciado bien a quién le pertenece cada segmento, y el otro personaje da un ligero paso al costado para escuchar sobre la vida del otro.

El fútbol no está tan presente en la propuesta escénica como sí la intimidad entre los dos protagonistas, lo que nos aliena un poco de las metáforas del texto, pero sirve para hacernos sentir el peso del tiempo, de los miedos y de la vulnerabilidad entre los dos actores, que luchan por quererse sin los tapujos aprendidos de sus sociedades.

El gol de Alex cierra de manera similar a la que abre, con un segmento más rápido y disparado que nos dicta el reencuentro entre los dos amantes, pero con sus lugares físicos cambiados. Y aun así, se siente mil veces más sincero. Necesario para que el reencuentro final nos deje con una bonita sensación de conclusión y de esperanza por lo vivido. ¿Y si un futbolista famoso pudiera ser gay y no tuviese ningún problema? La esperanza es lo último que se pierde. De momento, un buen golazo, fue ver varias parejas saliendo satisfechos de la obra.

José Miguel Herrera

21 de diciembre de 2024

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