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domingo, 11 de agosto de 2024

Crítica: PIM PERMANENTE INCAPACIDAD MORAL


Derramando mixtura

La pregunta inicial de Conversación en la Catedral es una que se ha hecho exponencialmente presente estos últimos ocho años: ¿En qué momento se jodió el Perú? El ejercicio de revisar nuestra atropellada historia republicana nos son llamativos en una época en la que vemos necesario repensarnos como sociedad. PIM Permanente Incapacidad Moral es uno de estos ejercicios y, quizás tal como nuestra república, logra entenderlo a través de la mezcolanza.

Desde el principio hace presencia la cultura chicha, con diferentes colores brillantes y objetos a vista del espectador. La obra, a su vez, está compuesta por diferentes cuadros semiconectados en los cuales se nos cuenta la historia del Perú desde miradas contemporáneas. Aquí es donde no terminé de conectar con la propuesta. Conecté con los cuadros, bien planteados y acertados, pero el hilo conector de la moral peruana no terminaba de dar sentido al viaje colectivo. El final llega al mensaje de que solucionar el Perú también implica enfrentar nuestra propia corrupción (lo cual suscribo), pero quizás la complejidad de los elementos históricos y sociales que presentan dejan la respuesta algo corta. El montaje no lo ignora: los personajes reconocen que nuestros problemas son tan complejos que es imposible llegar a una respuesta que satisfaga a todo el país (más en tiempos de exacerbación ideológica). Aún así, me quedé con ganas de ver una visión más íntima del equipo sobre el tema.

Los momentos de más identidad son, de lejos, las canciones. Las letras modificadas, las coreografías atrapantes pero no distractoras y el tono vibrante pero brutalmente sincero daban a estos momentos una complicidad con el público de “cantar para no llorar”. Jesús Oro saca provecho de uno de estos momentos para dar una performance divertidísima. Él, junto a la indignada y divertida versión del Perú de Tracy Alcántara, son las actuaciones más memorables de la obra, con el proceso de sus personajes como el corazón y mayor hilo conductor de la misma. Se nota, en general, una gran diversión y juego del elenco como grupo, que invita al espectador a reírse e indignarse juntos.

PIM Permanente Incapacidad Moral se une a la lista de obras que me han hecho preguntarme si tenemos esperanza como república. Tal como el resto de nosotros, PIM no tiene una única respuesta. Pero, ¿no es eso también el punto de nuestra peruanidad? ¿Encontrar en nuestra mixtura un rumbo, en nuestras contradicciones una voz, en nuestras diferencias una identidad? Es en ese incesante repensar donde somos todos un poco como la creación colectiva de PIM.

José Miguel Herrera 

11 de agosto de 2024

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