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miércoles, 17 de julio de 2024

Crítica: ENTRE NOS


Salud mental

Una sinopsis que no plantea el argumento de la obra en su totalidad es tentadora como primera incitación; cuando estamos en el espacio, vamos comprendiendo que hay una pareja de novios que han decidido empezar a convivir, André y Angélica; es interesante, porque en la sinopsis se plantea que hay alguien que interfiere la calma que han sabido ganarse, pero tal vez lo más fácil de creer sería que esas personas que interfieren la relación son agentes externos, como unos amantes. Sin embargo, en el transcurso de la obra nos damos cuenta, a partir de reflexiones directas y preguntas como ¿de dónde aparecieron?, ¿cómo es qué ingresaron a casa?, ¿cómo es qué aparecen en el momento menos esperado?, ¿cómo es que tienen tanta confianza con la pareja? o ¿por qué no son expulsados de la casa?, ¿viven con ellos acaso?, ¿por qué?, que esas personas que están interfiriendo en la relación de los novios puede que no existan o en todo caso, existen en otro plano o de otra manera.

Hasta este punto la relación que se va dando con los novios es dinámica, construyen de forma atractiva sus personajes y la convivencia se manifiesta espontáneamente; las personas que aparecen e interfieren con la relación llevan ropa negra y mantienen malicia en la mirada, ellos son Ricardo y Fiorella, son el equilibrio de la puesta, el otro lado, la otra sensación que es necesaria para equiparar el bien y el mal, el alter y el ego lo oculto y lo visible.

Todo parece una situación de infidelidad vivida por esta pareja joven, pero hay algo extraño en la forma que se materializan los agentes infieles. Hasta el punto en donde el momento onírico empieza a cobrar vigencia, solo podemos guiarnos por conjeturas. Un sonido repetitivo nos anuncia que algo está cambiando, ya no estamos en el plano concreto, de bruces hemos caído en el plano abstracto; es ahí que nos topamos con la existencia de traumas y procesos psicológicos complejos, y se confirma que los agentes infieles o las personas que hacían caer en tentación a la pareja joven no son más que ellos mismos.

Es creativo personificar un trauma y más aun ponerle un nombre y conectarlo con una existencia concreta, en el caso de Angélica (Mafy Cueva), el abuso que vivió con el padre y el sacrificio exhausto de su hermana por protegerla hizo que su figura se proyectara en ella misma, obnubilando los recuerdos de violencia paterna. En el caso de André (Yahir Manosalva), su mejor amigo y la muerte lo terminan extrapolando hacia su imagen, es así que ambos seres aparecen y se apoderan de ellos y destruyen su relación.

El juego que se realiza con los vestuarios y las acciones de los personajes contrasta consecuentemente, al igual que la forma en la que aparecen los seres alternos y su naturaleza, permiten que se intuya una situación compleja, algo que ver con la mente. A partir de la mitad hacia adelante estas suspicacias se confirman y las relaciones adquieren otra forma.

Hay un pequeño atisbo de melodrama, de comedia que fácilmente se pudo quedar en eso, una serie de televisión que observamos durante la noche, las cuestiones psicológicas y las cargas que desencadenan hace que la escena adquiera otro matiz; no se escapa del melodrama, pero adquiere mayor énfasis interpretativo, el texto es interesante, las actuaciones de los artistas también poseen una gran capacidad de soltura y naturalismo.

La sombra del novio, Ricardo (Julio Prada) me sorprendió por el trabajo de la mirada y la contención de la energía, había en su presencia una situación complicada una carga emocional y una oscuridad tajante, el novio (Manosalva) es laxo en comparación a esta sombra, esto permite que se equilibren en escena, su atracción es carismática. En cuanto a la novia (Cueva), hay un despliegue interesante en su esquema corporal y sus textos son dichos con solvencia, hay una naturalidad que facilita la construcción del universo de la obra; es dinámica en su movimiento y su energía es atractiva para el escenario. En cuanto a su sombra Fiorella (Janeth Pascacio), de la misma manera que en el caso de los chicos, matiza muy bien la dulzura de la novia y nos lleva a otro espacio, a un lugar más crudo, más carnal; la actriz maneja muy bien la energía erótica y el desenfreno se desencadena consecuentemente desde sus acciones; sus desplazamientos son adecuados y la construcción de personaje avizora un manejo de técnica.

Es importante resaltar la labor del director y dramaturgo Prada al haber sabido entrelazar las capacidades de sus intérpretes; de la misma manera, me parece destacado el trabajo del contacto corporal y del erotismo, que desde mi vista estuvo bien cuidado y fue sutil, los besos tuvieron lo necesario y la erotización del cuerpo mantuvo un equilibrio. Por otro lado, es complicado armar una estructura de desplazamientos y a la vez estar en ellos, es como sacar los ojos para poder ver desde afuera; en este sentido, la ocupación del espacio fue manejada de forma inteligente y el texto invita a un interés por la salud mental dentro de nuestras relaciones cotidianas y especialmente en nuestro país, que parece tan debilitado en ese sentido.

Moisés Aurazo

17 de julio de 2024

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