Triángulo de vanidad
Para todos los que, por innumerables razones, no podemos
asistir a espectáculos teatrales estrenados en las diversas regiones de nuestro
país, resulta muy gratificante el poder
verlos en alguna sala limeña. Tal fue el caso del estreno, en el Teatro Esencia
de Barranco, de la pieza itinerante El
grito de Narciso, escrito y dirigido por Lina Ninamango, bajo la producción
de Serendipia Teatro, colectivo arequipeño. Se trata de un grupo escénico que busca
proponer una fusión de técnicas vanguardistas para darles así vida a
experiencias teatrales atípicas y con un sello característico. La mencionada
puesta en escena es, sin duda, un muy auspicioso debut para esta agrupación, de
trama sencilla pero de interesante ejecución sobre el escenario.
Basándose en el conocido mito de Narciso (personaje
mitológico que queda prendado de su propia belleza frente al reflejo en el
agua), Ninamango crea una interesante propuesta teatral, muy atinada en estos
tiempos de empoderamiento femenino y lucha frontal contra el machismo, así como
de ciertos escándalos mediáticos protagonizados por personajes narcisistas. Con
cámara negra y dos pequeños asientos del mismo color, un hombre (Diego Pacheco)
se debate entre el amor de dos mujeres (Nathalia Herrera y Pamela Corahua),
ubicadas a cada lado del escenario; una, con blusa blanca y la otra, de color
negro. Es durante sus interacciones físicas que podemos identificar mejor las
personalidades de cada uno de los personajes, más que por los diálogos cargados
de lirismo que recitan.
De trama sencilla y duración justa, Ninamango juega y
despista al espectador desde el inicio: ¿son acaso ambas mujeres las caras de
una misma moneda dentro de la febril mente de Narciso o realmente son
personalidades independientes? Una emotiva conversación entre las dos deja en
el espectador un final esperanzador y una pertinente reflexión. El grito de Narciso, más que una
interesante puesta en escena minimalista e itinerante, es una prueba que se
vienen gestando valiosas propuestas en nuestras regiones, como esta de Arequipa,
y ojalá que podamos disfrutar de más de ellas en nuestros espacios teatrales.
Lima no es el Perú.
Sergio Velarde
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