Nuestra burbuja
Una pareja discute sobre si la tortuga y el
caracol son los mismos animales, pero esta discusión se traslada a cuatro
realidades alternas. La escenografía es muy llamativa, delimita los espacios; dentro
del escenario hay cuatro parejas y todas realizan la misma discusión, cada uno
de los dúos tiene una particularidad para aproximarse al texto y para realizar
sus acciones. Se vive en un mundo azotado por la violencia, mientras en el
exterior van sonando bombas y suceden disturbios, las parejas discuten
incansablemente.
El texto es dicho por los cuatro dúos,
sucede un salto espacial que es delimitado por la escenografía, la construcción
alude a espacios internos de diversas casas. Los personajes son distintos, pero
se conectan desde los vínculos amorosos, todos son parejas de esposos que viven
una realidad concreta desde distintas perspectivas.
La dirección de Omar Del Águila atina con
la distribución espacial de los cuerpos y la composición escenográfica de José
Luis Valles; sin embargo, hay algo en los intérpretes que no permite mantener
la concentración en lo que sucede. La forma en la que dicen su texto aún está
en proceso, parece como si recitaran las palabras y la energía va cayendo poco
a poco. Las acciones no están claras, pese a que es evidente que hay una
discusión, pero los cuerpos no parecen estar totalmente metidos en la interpretación.
Hay algunas excepciones, como la pareja que se ubica en el centro y está elevada
por una construcción de madera, estos actores mantienen un ritmo distinto, las
acciones son precisas y el juego interpretativo va y viene. No obstante, cuando
se pasa a los otros grupos y en especial, a los que están en la derecha y en la
izquierda, la expectativa cae, la voz suena en un solo tono y el ritmo es
monótono y aletargado.
El diseño de luces de Luis Godoy permite la
construcción de distintos espacios escénicos y atmósferas de suspenso y
tensión. Hay una pareja que se encuentra en el centro del escenario y no
utiliza ninguna construcción de madera; ellos, al igual que los mencionados en
el párrafo anterior, también logran mantener una cierta expectativa. Los globos
que se van reventando permiten que el espectador despierte de su letargo e
intente sumergirse en lo que la historia va narrando.
Pero es necesario resaltar que el grupo se
presentó de forma sólida, se notaba la pasión del elenco y las ganas de estar
ahí. Había una gran entrega y todo estaba ensayado minuciosamente. Los procesos
creativos necesitan tiempo y el trabajo del texto es un reto muy complicado, se
necesita mucho estudio, perseverancia y dedicación para llegar a manejarlo.
También hubo algunos errores de dicción que
hacía que las palabras se dilaten en el espacio, la proyección también estuvo
en niveles disparejos y la construcción de personaje aún permanece en proceso.
La dirección de arte de Katia Villachica aportaba dentro de lo que podía entrar
por los ojos, porque la construcción escénica era muy llamativa, y cooperaba
eficazmente con la escenografía y las luces.
La discusión era un momento que se pudo
aprovechar más, con distintas tonalidades y con cuerpos más comprometidos. Sin
embargo, hubo momentos interesantes, como la parte en que las parejas
demuestran su amor, pese a estar discutiendo todo el tiempo, o cuando empieza y
todos están jalando una cuerda divididos en dos bandos, hay una explosión de
emociones y el humo y la composición lumínica aportan para llevarnos hacia otro
mundo.
Finalmente, es interesante reflexionar
sobre un mundo sumido en el caos y cómo estas parejas parecían vivir en su
propia burbuja para así defenderse de la hostilidad del mundo. Las peleas y
discusiones en pareja se vuelven un aprendizaje, donde las personas están
experimentando la aceptación de sus vidas. Pese a todos los malos entendidos se
apreciaba el romance y era sutil, de tal manera que no empalagaba sino era un
momento real de interacción y de protección.
Moisés
Aurazo
19 de agosto de 2023
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