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viernes, 30 de junio de 2023

Crítica: PRISIONERO 9


Descendiendo a los infiernos

No cabe duda que los enormes clásicos literarios, como La Divina Comedia de Dante Alighieri, han cautivado a incontables generaciones e incentivado la creatividad de muchos artistas, todos ellos fascinados por este poema épico de relevancia capital para la humanidad. Las grandes interrogantes que plantea el escritor florentino parecieran tener múltiples interpretaciones, pero que siguen siendo vigentes hoy en día. Justamente, el siempre ocupado director y dramaturgo Jorge Pecho logró sacar adelante un proyecto personal de largo aliento, titulado Prisionero 9, actualmente en cartelera, en el que aprovecha el íntimo espacio del Teatro Esencia para sumergirnos como espectadores en su propia versión del Infierno de Dante, un vibrante juego de espejos adaptado a tiempos contemporáneos, en el que los siete pecados humanizados (Soberbia, Avaricia, Lujuria, Ira, Gula, Envidia y Pereza) estarán frente a frente a un sorprendido guardia de seguridad llamado Etnad, pero que esconde un oscuro e inquietante secreto.

Una de las mejores secuencias del espectáculo de Pecho es, sin duda, el inicio, con la presentación de los personajes principales, dentro de la celda en el que espera la muerte un peligroso reo comatoso (un irreconocible Gerardo Fernández), dentro de una cárcel de máxima seguridad llamada apropiadamente El embudo. Muy lograda además, la atmósfera de encierro y claustrofobia, apoyada en el inspirado diseño escenográfico y en el preciso manejo de luces y sonido. La primera conversación entre Etnad (un enérgico Álvaro Pajares) y la directora del presidio (una versátil Andrea Aguirre) es lo suficientemente misteriosa y atrapante, como para mantener el suspenso y la tensión luego de que una inesperada tormenta provoque la pérdida de energía eléctrica, la que ocasionará que los peligrosos reos comiencen a hacer de las suyas, incluido el comatoso, mientras el asustado guardia lucha por escapar. Los pecados, en forma de delirantes prisioneros femeninos y andróginos, aparecen en orden y por separado sin caer nunca en la redundancia, gracias al excelente trabajo de caracterización de Aguirre, quien los interpreta sin tacha a todos.

Como un embudo simbólico, entre más profundo se encuentra, peor será el pecado y el castigo. El viaje emocional de Etnad es muy bien representado por Pajares, en el que inequívocamente se convierte en su trabajo más exigente y conmovedor hasta la fecha; bien secundado por Fernández, convincente como el personaje inspirado en Virgilio. La puesta en escena, producida por el colectivo Actores Sin Chamba, bien podría parecer, para aquel espectador que se encuentre en el peor estado emocional posible, algo repetitiva, extravagante o excesiva; sin embargo, es innegable que esta derrocha creatividad y estilización por todos lados. Prisionero 9 es la inequívoca carta de amor hacia aquella literatura clásica que nos removió el espíritu desde siempre, la que guio los pasos de artistas en el mundo del arte, y traducida de la única manera en la que Pecho podría hacerlo sobre el escenario: con respeto, mucho riesgo y el férreo compromiso de confrontar al público con historias que le remuevan el espíritu. El perdón, finalmente, sí conduce a la redención, y es la que convierte a esta frenética e ingeniosa representación de La Divina Comedia en una “comedia”, no por provocar la risa, sino porque ofrece, pese a todo, un verdadero final feliz.

Sergio Velarde

1º de julio de 2023

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