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domingo, 18 de junio de 2023

Crítica: EL TINGLADO DE ANTÓN PERULERO


¿Cada cual atiende su juego?

Carente de maquinaria y escenografía, como bien lo apunta el texto, Clownarte nos ofrece una obra escrita por Sergio Arrau. Obra de teatro que recopila lo “más” significativo de dramaturgia en el Perú, desde el siglo XVI hasta inicios del siglo XX, pasando así por la representación de Ollantay, Décimas de Fray Francisco del Castillo, Constitución política de Felipe Pardo y Aliaga, Ña Catita de Manuel Ascencio Segura y finalmente, La de 4 mil de Leonidas Yerovi, entre otras.

El elenco propone una recreación didáctica como mecanismo escénico. A través del discurso se entiende bastante bien; nos indican de esta manera que existirán momentos de representación puntualmente y a la vez, está implícita la metateatralidad de ficcionar ser un elenco de actores que se encuentran en plena labor de creación. Sin embargo, las acciones que se realizan son bastante desordenadas y desorientadas, dificultando así diferenciar los momentos de escenificación dentro de la representación. Entonces, ¿cuál es el objetivo de poner en escena dicho espectáculo? ¿Hacía qué público está dirigido? ¿Sacia alguna necesidad?

Inicialmente, las entradas y salidas de las actrices y actores denotan una gran falta de composición escénica, las transiciones son abruptas, se amparan por los cambios de “vestuario” que dejan mucho que desear. Ya sea por estar mal acomodados, por el material del cual están hechos, los colores y accesorios remiten a estar presenciando un trabajo realizado para otro tipo de espacios y público. Sin desmerecer, pero deja mucho que reflexionar.

Si bien existe cierto grado de compromiso por parte de los actores y actrices de componer rasgos, imágenes vocales, posturas y comportamientos para representar las pequeñas escenas de las distintas obras mencionadas, estas pierden valor estético, físico y rigurosidad por la casi nula acción. Sucede que, gran parte de los textos se perciben recitados, independientemente de su estructura en verso, la labor estaría en comunicar eso al público y componer en relación a la comprensión de ser estos diálogos los que conllevan la acción y modificación para con el otro en escena, pero sobre todo con el público al denominarse didáctico. Lamentablemente, esto no sucede.

No obstante, no todo es tan amargo, el espectáculo contiene ciertos momentos entretenidos a partir de las Décimas, con una entrada singular por parte de Félix Balvín, quien gracias a las características corporales de su personaje invidente, logra detenernos para apreciar la labor del fraile a quien está jugando a representar. De igual modo, destacar la potencia de Rocío Castañeda quien, como Ña Catita, nos ofrece una vehemencia con la cual se tendría que iniciar y sostener todo el elenco durante todo el espectáculo. A ello, sumarle el carisma de Cristina Barreno y el riesgo en las propuestas de los personajes abordados por parte de Rodrigo Núñez. Y, finalmente, invitarles a revisar el para qué de ofrecer este espectáculo, hoy, y de esa manera.

Conny Betzabé

18 de junio de 2023

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