Mujer
Dios aparece y con él, el Diablo. La
presencia escénica se hace sentir, la música envuelve el espacio y hay una
modulación adecuada. Los actores demuestran un dominio entrenado de la voz y el
texto. Las modulaciones, la dicción, el timbre y el ritmo están bien colocados
por la mano del director y la intuición de los actores.
Aparece el Hombre, Dios tiembla ante su
mayor creación, el Diablo lo tienta constantemente. La crítica a los roles que
puede asumir la Mujer se introduce entre nuestras reflexiones, aun desde una
manera implícita, solo desde la perspectiva del creador y de sus cómplices.
Empieza a pulular algo que los confunde racionalmente, la naturaleza y el orden
se encuentran en conflicto.
El Hombre necesita algo, Dios lo sabe y el Diablo,
también. La astucia para montar un texto de esa naturaleza nos permite
descubrir los pretextos en los que caen algunos sectores de la sociedad, al
justificarse en interpretaciones de los textos bíblicos y del mandato divino.
¡Hágase
la Mujer! dice Dios. Desde este momento todo
cambia, lo que aparentemente era un conflicto unilateral se convierte en algo
que va hacia otro sentido. La presencia de la Mujer cambia el escenario. El
ritmo creció inmediatamente, la actriz sabía cómo trabajar la dualidad que le
exigían, pero a la vez, emitir una voz de protesta, muy fuerte.
En estos tiempos observar una muestra de
teatro de texto se torna una reflexión. Estamos viviendo una época donde impera
la destrucción del drama; sin embargo, existen muestras como ¡Hágase la Mujer!, que nos permite
redescubrir el concepto de actor desde sus orígenes remotos. Técnicamente, la
obra estuvo bien, los técnicos y actores convergieron con eficiencia. El
espacio es abierto, como su nombre lo dice, y el uso de la voz fue bien
manejado, las luces fueron sencillas y ordenadas, aportaban una cálida
atmósfera.
La forma de emitir la resistencia de la
Mujer fue uno de los mejores momentos, porque hasta antes de su aparición, Dios,
el Diablo y el Hombre mantienen una relación que muestra la construcción del
pensamiento que critica la obra; solo vibran en un sentido, todo fluye con
naturaleza y familiaridad.
Cuando aparece la Mujer, algo sucede en el
cuerpo de los personajes y también de los espectadores. Los textos reafirman la
postura corporal y el manejo de energía envuelve a la escena hacia otra
comprensión.
¡La Mujer expresa lo que quiere ser!, ¡no
acepta lo que no le gusta!, ¡no permite que se la utilice! Es el momento más alto
de la obra. Los colores sencillos y el diseño del vestuario conjugan ante la
presencia de la actriz, y su voz y belleza resuenan en el espacio.
Moisés
Aurazo
16 de abril de 2023
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