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domingo, 23 de abril de 2023

Crítica: 2121


¡Que viva el Perú!

Una obra muy divertida que puedes disfrutar con toda la familia. Dentro de la simpleza de la composición, encontramos una complejidad que nos lleva a la reflexión. Exponer temas como la realidad nacional siempre se vuelve complicado, y más aun cuando se le quiere hacer a un público de distintas edades. La puesta en escena genera un contexto interpretativo que puede ser asimilado por un niño y por un adulto.

Es interesante cuando la reflexión se genera sin importar la edad, esto requiere de un trabajo específico en la dramaturgia textual y espectacular. 2121 explora dentro del ludismo infantil y permite que los adultos volvamos a ser niños y que los niños proyecten sus reflexiones hacia una adolescencia pronta y una adultez inevitable.

La revolución de la risa se torna interesante, porque muchas veces intentamos sembrar conceptos de cambio y de actitud crítica desde un tono dramático y preocupado, como podría ser coherente hablarlo debido a la importancia y seriedad del caso. No obstante, reír y a la vez reflexionar es una tarea necesaria que se puede iniciar en las escuelas y se debe expandir a los escenarios de la ciudad y del país.

El hecho de reír y observar acciones que deslumbran los ojos permite que la reflexión no sea un proceso forzado, sino por el contrario algo espontáneo, más real.

La dramaturgia de la escena desde el principio es muy interesante, ya que empieza con la utilización de elementos sencillos, que poco a poco van requiriendo de destreza y control para desarrollar su acción dramática. La aparente simpleza de lo que está sucediendo hace que el cuerpo se relaje y se entregue a la expectación del acontecimiento.

La composición está bien organizada, el ritmo es creciente, las acciones corporales y visuales están bien tratadas y cada una representa una parte fundamental para el desarrollo de la historia. Escoger tres momentos dentro de la historia del país es muy lúdico. Primero, las tranqueras; después, la era del papel higiénico; y finalmente, la era de las vacancias. A manera de juego se expone una realidad cruda y cercana, que no solo termina siendo interpretada por los adultos, sino también por los niños. Este momento me parece muy trascendental dentro del trabajo textual y corporal.

La composición circense es lo que suma completamente a la armazón del espectáculo, toda la historia va siendo contada desde una perspectiva risueña y el despliegue corporal termina complementando espectacularmente el objetivo de la puesta.

El trabajo corporal parecía no tener límites, se inició con ejercicios sencillos que mantenían un ritmo conocido, pero posteriormente los cuerpos iban demostrando la apropiación de la técnica y la expresión de una propia manera de realizar ejercicios acrobáticos.

 La energía del personaje femenino agregaba la sutileza y suavidad a la composición, su trabajo de centro y de extensión eran muy buenos; los dos personajes masculinos sumaban la fuerza y también podían trasformar su energía a momentos sutiles y delicados, al igual que el personaje femenino volvía sus desplazamientos fuertes y enérgicos.

Terminaban explotando sus capacidades, tornando de esta manera los tres personajes entre distintos matices corporales y de energía, que ayudaban a que lo que se observaba no solo fuesen ejercicios aéreos, de cuerda o de equilibrio, sino un entramado de identidad y la muestra de una postura bien clara ante el mundo y ante la responsabilidad como artistas.

La técnica corporal correcta, sumada a la buena composición escénica y acrobática, nos trae una muestra que debe ser vista; no solo por niños, sino también por adultos, para salir de la realidad cotidiana y entrar a una realidad espectacular, en donde cabe la posibilidad de tener esperanza y forjar nuevas metas. La utilización de símbolos y signos permite que el desplazamiento escénico sea coherente y los elementos que se quiere trasmitir sean fáciles de digerir.

Las luces acompañaron correctamente el trascurso de la obra, momentos de oscuridad y claridad fueron precisos, la participación del público hace dinámico el tiempo y todo parece demorar menos de lo previsto. Los tres intérpretes conjugan muy bien sus ideas y su despliegue escénico, hay un correcto uso de la voz y el entrenamiento corporal y la disciplina saltan a la vista, para ser admirados y diluir su efecto en inspiración.

Entonces ¿se puede hacer mucho por el país?, pues hay que reflexionarlo desde nosotros mismos y lo que aportamos a nuestro entorno. Celebremos el juego, rescatemos la infancia y soñemos con la posibilidad de construir mejores escenarios no solo para el que puede acceder a ellos, sino también hay que romper las barreras y mostrar estos mundos a los que más afectados se encuentran por la corrosión del país.

¡Que viva el Perú!

Moisés Aurazo

23 de abril de 2023

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