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jueves, 15 de diciembre de 2022

Crítica: RENUNCIO


Post mortem

Abordar el género de ciencia ficción en el teatro resulta un reto cautivador si se hace bien desde la propuesta estética, el texto y las interpretaciones. Difícilmente, para los teatreros independientes, podemos contar con toda una maquinaría escenográfica por lo que se utilizan una serie de recursos y convenciones para poder crear una atmósfera determinada en la mayor medida posible. En este caso, la obra Renuncio de Maykol Gonzalez, ganador del 2do concurso de dramaturgia contemporánea organizado por ENSAD en 2020, y dirigida por Omar Velásquez, reúne estas características brindando un espectáculo técnicamente bien llevado a escena.

A pesar de que el mundo después de la muerte sea un tema muy explorado por muchos artistas, el imaginario de Gonzalez le da una mirada peculiar, más parecida a lo sombrío e industrializado que podría ser el proceso de morir. Entonces, su ficción nos sitúa en una especie de limbo que adopta un aspecto terrenal, no como una idea sacada de las creencias religiosas, sino que sería algo parecido a un lugar donde se depositan desechos. Estos serían las almas, y los encargados de llevarlas a un “conservador” son los seres paranormales 1 y 2 (interpretados por Gabriel Parinango y Samir Sayac respectivamente) que, a la vez, son comandados por un “jefe”; es decir, en este mundo también existen jerarquías. No obstante, esta interesante perspectiva se manifiesta de forma sutil –lamentablemente, porque después parece ser olvidada por completo-, pues el verdadero conflicto se nos presenta con la aparición de Marlon (interpretado por el mismo autor de la obra). Él es un “fallido” que todavía conserva la consciencia y que desea volver a la vida. Esto desconcierta a los otros dos personajes, quienes poco a poco en medio de la interacción van revelando la razón de este suceso y lo peligroso de ello. 

Para introducirnos a esta fantasía, el uso de la iluminación y los efectos sonoros son claves. Mientras se aprovecha correctamente la oscuridad como fondo de un universo misterioso, los sonidos estridentes terminan de brindarnos esta imagen. No hay necesidad de más utilería u objetos en el espacio, solo basta con que los actores sepan comprometerse con la convención. Aquí cabe destacar que los personajes extracotidianos son los que dan frescura a la propuesta, en lugar de solemnidad. En especial, de parte de Sayac, quien consigue mantener un ritmo ligero y jocoso de la obra en general a través de su buen desempeño corporal y vocal. Por otro lado, sus compañeros que, si bien conectan con el drama, al verlos accionar se vuelven repetitivos, por lo que caen en la monotonía sin llegar a vivenciar un viaje emocional propicio para darle el peso necesario a su clímax.

Renuncio funciona como una obra que entretiene. Hace buen uso de los efectismos técnicos desde la dirección y nos envuelve en su mística. Sus creadores no ambicionan a una crítica profunda del comportamiento del hombre, pero saben que tampoco es su deber.

Christopher Cruzado

15 de diciembre de 2022

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