Post mortem
Abordar el género de ciencia ficción en el
teatro resulta un reto cautivador si se hace bien desde la propuesta estética,
el texto y las interpretaciones. Difícilmente, para los teatreros
independientes, podemos contar con toda una maquinaría escenográfica por lo que
se utilizan una serie de recursos y convenciones para poder crear una atmósfera
determinada en la mayor medida posible. En este caso, la obra Renuncio de Maykol Gonzalez, ganador del
2do concurso de dramaturgia contemporánea organizado por ENSAD en 2020, y dirigida
por Omar Velásquez, reúne estas características brindando un espectáculo técnicamente
bien llevado a escena.
A pesar de que el mundo después de la
muerte sea un tema muy explorado por muchos artistas, el imaginario de Gonzalez
le da una mirada peculiar, más parecida a lo sombrío e industrializado que
podría ser el proceso de morir. Entonces, su ficción nos sitúa en una especie
de limbo que adopta un aspecto terrenal, no como una idea sacada de las
creencias religiosas, sino que sería algo parecido a un lugar donde se
depositan desechos. Estos serían las almas, y los encargados de llevarlas a un
“conservador” son los seres paranormales 1 y 2 (interpretados por Gabriel
Parinango y Samir Sayac respectivamente) que, a la vez, son comandados por un “jefe”;
es decir, en este mundo también existen jerarquías. No obstante, esta
interesante perspectiva se manifiesta de forma sutil –lamentablemente, porque
después parece ser olvidada por completo-, pues el verdadero conflicto se nos
presenta con la aparición de Marlon (interpretado por el mismo autor de la
obra). Él es un “fallido” que todavía conserva la consciencia y que desea
volver a la vida. Esto desconcierta a los otros dos personajes, quienes poco a
poco en medio de la interacción van revelando la razón de este suceso y lo
peligroso de ello.
Para introducirnos a esta fantasía, el uso
de la iluminación y los efectos sonoros son claves. Mientras se aprovecha
correctamente la oscuridad como fondo de un universo misterioso, los sonidos
estridentes terminan de brindarnos esta imagen. No hay necesidad de más
utilería u objetos en el espacio, solo basta con que los actores sepan comprometerse
con la convención. Aquí cabe destacar que los personajes extracotidianos son
los que dan frescura a la propuesta, en lugar de solemnidad. En especial, de
parte de Sayac, quien consigue mantener un ritmo ligero y jocoso de la obra en
general a través de su buen desempeño corporal y vocal. Por otro lado, sus
compañeros que, si bien conectan con el drama, al verlos accionar se vuelven
repetitivos, por lo que caen en la monotonía sin llegar a vivenciar un viaje
emocional propicio para darle el peso necesario a su clímax.
Renuncio funciona como una obra que entretiene. Hace buen uso de los
efectismos técnicos desde la dirección y nos envuelve en su mística. Sus
creadores no ambicionan a una crítica profunda del comportamiento del hombre,
pero saben que tampoco es su deber.
Christopher
Cruzado
15 de diciembre de 2022
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