Inquietante revisión de clásico infantil
Joël Pommerat es un director y dramaturgo francés sumamente
particular, pues va creando sus textos luego de todo un íntimo proceso escénico
junto a sus actores. Los resultados obtenidos son siempre profundamente conmovedores,
adentrándose en la complejidad de la experiencia humana sin tapujos. La reunificación de las dos Coreas
(2013) fue uno de sus mejores estrenos en la escena local y ahora le sigue una
muy estilizada revisión del clásico infantil La Cenicienta. Con la sensible dirección de su compatriota Gilbert
Rouvière, esta puesta que da inicio a las celebraciones por el décimo
aniversario del Centro Cultural de la Universidad del Pacífico es, sin duda, un
verdadero acontecimiento teatral.
Y es que Pommerat le da profundidad a cada uno de los
personajes, dejando de lado los típicos roles de víctimas y villanos; explora con
acierta las posibilidades de los hechos ya conocidos, cuestionando las
motivaciones de personajes y además, agregando un toque contemporáneo a la historia.
Por ejemplo, ya no es el zapato de Cenicienta (una entrañable Tania López Bravo)
el que unirá a la pareja protagónica, sino el calzado del Príncipe (un magnífico
Manuel Gold, en doble papel), quien a su vez vive en un engaño orquestado por
su padre, el Rey (un sólido Sergio Llusera); o el empoderamiento de la Madrastra
(una maravillosa Ebelin Ortíz), convertida en una mujer maquiavélica y
vanidosa. Esta Cenicienta vive en un luto constante, aferrada a una promesa que
ella misma inventó, en una tirante relación afectiva con su padre (un convincente
Miguel Iza) y sometida de manera masoquista ante sus despreciables hermanastras
(unas efectivas Amaranta Kun y y Lilian Schiappa-Pietra).
La puesta en escena, que deslumbra por su colorido y sencillez,
echa mano de la pantalla del foro para crear atmósferas y de una voz en off que
guía las acciones en las primeras escenas. Se percibe además, un delicado
equilibrio entre el drama y un ácido humor que se sostiene a lo largo del
montaje. Esta nueva La Cenicienta de
Pommerat y Rouvière mantiene el encanto del clásico original, pero a la vez
propone una inteligente vuelta de tuerca a la trama, que no evade sentimientos tan
humanos como el duelo, el desprecio y la culpa.
Sergio Velarde
10 de noviembre de 2022
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