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sábado, 3 de septiembre de 2022

Crítica: LIMA-MIAMI-WUHAN


Ataque del “Covid(cho)”

La cuarentena, la pandemia, la enfermedad, la muerte, el distanciamiento, la soledad, el hecho de estar atrapado en nuestro mundo interno por temor al mundo exterior; diversos temas o consecuencias relacionados al Covid 19 han llevado a muchos artistas a hacer de ellos parte de su trabajo creativo. Por supuesto, las perspectivas son variadas, las poéticas también, pero cuando consideramos demasiada literalidad como mejor vía para contar este tipo de historias puede resultar hastiado y nada entretenido. Por ello, el artista escénico tiene una tarea compleja para llevar a cabo un espectáculo interesante con relación a la coyuntura pandémica. Sin embargo, Lima-Miami-Wuhan, obra escrita por Federico Abrill, en la versión de Xiomara Loli y dirigida por Renato Piaggio, tiene propuestas considerablemente buenas, pero que traen consigo debilidades visibles tanto en el texto como en la composición.

La obra narra la relación a distancia de Juan y Clara (interpretados por Gian Paul Miranda y Lia Camilo, respectivamente), quienes planean vivir juntos luego de juntar el dinero suficiente para emigrar de los países donde radican, hasta que todo se ve interrumpido por la cuarentena a causa del Covid. Esta idea de las reuniones online es bien resuelta cuando ambos actores juegan a la convención de que se encuentran en diferentes territorios (tanto en espacio como en tiempo), a pesar de que los vemos en el mismo escenario. Las directrices funcionan, marcan la estética general. No obstante, el recurso se agota cuando nos centramos en los conflictos de los personajes. Poco atractivos de seguir o de empatizar. Son los clásicos miembros de la sociedad que tienen malos trabajos, bajos sueldos, pésimas profesiones y que suelen abandonarse en la tristeza. Lo único que los mantiene a flote es el anhelo de convivir, pero la flaqueza de la relación entre los actores complica la atención del espectador. Varias veces no logran la intensidad necesaria para mostrar un romance estable, ni lastimado por las circunstancias.

A mitad de la función, la acción mejora. Pues el conflicto más interesante se presenta: el contexto cuarentena. La historia se torna densa, explicita. Los personajes muestran su lado más frágil y más fuerte frente a las dificultades, del cual resalto el dilema de Juan cuando su función consiste en despedir a trabajadores de la empresa donde labora, sirviendo como una mirada crítica a la deshumanización en los sectores de trabajo. Lamentablemente, esta última parte es corta. Los problemas se resuelven rápido y los breves discursos políticos pasan por agua fría; además, lo mejor de las interpretaciones se ven en vídeos situacionales transmitidos en pantallas y no mucho en escena.

Otro aspecto visual que no terminó de cuadrar en el montaje fueron sus transiciones de escena, cuando se nos presenta al símbolo principal: el murciélago. Este es un ente que recorre el mundo entero, pero no como causante de la inestabilidad global sino como un viajero místico; el cual es difícil de encontrarle un sentido que no sea contradictorio.

Pudo tener un mejor cierre, incluso un giro prometedor. Felizmente, aunque hablemos de Covid en el teatro, estamos seguros de no enfermarnos en estos espacios, mas no seguros por completo de si seremos sorprendidos por lo que veremos.

Christopher Cruzado

3 de setiembre de 2022

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