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jueves, 25 de agosto de 2022

Crítica: PEQUEÑAS HISTORIAS PARA GENTE GRANDE


No tan de Cuarta

A pesar del retraso antes de iniciar la función, el montaje alcanzó el objetivo principal del teatro: entretener. A mí me gusta el estilo de las obras de Percy Velarde, pues se caracterizan por una fuerte dosis de humor. Mientras miraba el montaje, me hacía recordar la famosa frase del dramaturgo Jerzy Grotowski, quien afirmaba que “en el teatro se puede prescindir de todo menos del actor”. Él hacía referencia a que el trabajo del intérprete es fundamental en una presentación dramática. Puede que muchos elementos visuales o de utilería no funcionen del todo, pero si el actor no está comprometido, entonces el montaje está perdido. Este no fue el caso de Pequeñas historias para gente grande, pues a pesar de lo básico de los vestuarios y la utilería, el compromiso de los actores fue más que destacable.

El primer montaje, Si tengo suerte de Griselda Gambaro, fue el que más me gustó, pues se hizo gala del humor negro. En esta historia, sobresalió la actriz Patricia Pachas, a quien he visto anteriormente en espectáculos de clown. Esta breve presentación se prestaba muy fácilmente para el drama, pues tocaba la temática de la violencia contra la mujer. Sin embargo, las actrices Pachas y Ruth Torres tuvieron mucho cuidado de no perder la dosis de humor con mucha sutileza.

La segunda historia, Quédate conmigo, Lucas de Hernán Casciari, fue realmente emotiva. Los actores Manuel Chiock y Juan Luis Salinas destacaron por su presencia escénica y una capacidad muy interesante de coordinación en los movimientos. En ningún momento el montaje se volvía monótono y aburrido, a pesar de que la temática era relativamente triste, pues abordaba las complejidades que enfrenta un niño al descubrir su sexualidad y la depresión de ser hijo único. En mi opinión, resalto a Salinas por su trabajo original en las expresiones faciales, a través de los diferentes estados emotivos de su personaje.

Por último, Imitosis de Os Bardixas fue una carcajada eterna. Una pandemia de imitación contagiaba a un par de pacientes y estos, a la vez, a su médica tratante. Los diálogos no tenían sentido, pero eran muy divertidos. Ninguna de las actrices, Torres, Abigail Salvador y Yesenia Medina, opacó el trabajo de la otra. Además, es destacable la coordinación que tuvieron al momento de vocalizar las palabras de tal manera que estas sonarán al mismo tiempo. Esto demuestra que lo ensayaron muchas veces.

Finalmente quisiera hacer una reflexión bastante respetuosa al director Velarde. Yo creo que el nombre Teatro de Cuarta hace una autoalusión peyorativa a su trabajo y considero que esta palabra no es del todo adecuada para un grupo teatral. Considero que los montajes vistos por esta agrupación tienen mucho potencial y una fuerte dosis de compromiso y trabajo en equipo. Ejemplo de esto fue Clownfóbicos (2019). Confieso que desde que volvieron a abrir los teatros luego de la pandemia, he visto montajes en los cuales he contado los minutos para poder salir inmediatamente de la sala, pues lo visto era tremendamente grotesco, bizarro y/o confuso. Lo que vi en esta oportunidad no fue el caso y está lejos de ser lo que coloquialmente se conoce como de cuarta. Espero se tome este comentario como crítica constructiva. Felicitaciones al equipo por el trabajo realizado.

Enrique Pacheco

25 de agosto de 2022

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