Siempre de pie, teatrista
El teatro, hoy, se nos muestra como una
línea de tiempo que transcurre en un letargo de deseos de salidas itinerantes,
de intentos de aciertos o de reinventos, de uniones digitales de convenciones
nuevas que antes coexistían solo como una opción, solo una línea. Ahora son la
base, son la adaptación para poder seguir creando, para poder seguir caminado,
caminamos en un mundo de reinvención y más reinvención, nada más que eso, ¿y
dónde está la horizontalidad?, donde está el paso del tiempo compartido entre
el hombre que se destila en su técnica, en su arte, en su puesta; ya no tenemos
ese suelo, ese espacio.
Ahora somos pantallas indiscutiblemente frías,
más frías que aquella butaca que aguarda a su público de aplausos de
observación, de rizas, de emociones, de fascinación. El teatro sigue su curso para
los tercos, para los curtidos. Para los que creemos que el teatro dinámico es
vivencial, de tú y yo, de emociones y experiencias, se sigue laborando del
recuerdo, de la emotividad, del trabajo consecuente, de compromiso latente. Esta
experiencia trascendental nos volverá a ver el teatro con otros ojos, con otros
sueños, con otras miradas de amor a lo que hacemos.
Es importante ver que las influencias de trabajos
escénicos virtuales nos acompañará por mucho más tiempo o por siempre, por los
que vivimos del día a día, siempre con nosotros sea la resistencia sólida y
vigilante, es una forma de escribir con tesón las páginas de estos tiempos
difíciles. Vamos siendo los virtuales intentando ser más humanos y más
presentes, la virtualidad no se ira, la virtualidad siempre estará con nosotros,
pero habremos pocos que digamos “quiero
que estés con nosotros para estrecharte las manos y darte un abrazo después de
una función, de luces de cortinas, de vida entre nosotros”.
Vamos con fe y confianza hacia nuestro
producto escénico que verá la luz este octubre, entre la luz de la digitalización
virtual y la pandemia. Vamos con esperanza de soñar y reflexionar, la emoción
nos quebrará posiblemente y tal vez nos confundamos en esos momentos entre
nuestros vestuarios andinos y aromas de Ayacucho.
Ya verá la luz Mama Angélica, con sus historias y con sus recuerdos, nos conocerá
como el niño que empieza a sonreír con todo el amor, que caminará en este mundo
escénico, vamos con esperanza, porque el teatro será el reflejo de nuestra
memoria, de nuestra historia y de nuestra esperanza…
Edgar Palomino
Ayacucho, 28 de junio de 2021
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