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martes, 1 de septiembre de 2020

Crítica: ¡ES TIEMPO DE CASARNOS?


República de Ecuador

Es interesante que la virtualización nos esté ayudando no solo a explorar lo artístico de este medio, sino que nos da la oportunidad de conocer otros pueblos hermanos y en este caso, tocó al Ecuador. País cuna de vanguardias de este arte como Teatro Sucre, Casa Teatro Malayerba o dramaturgos como Peky Andino Moscoso o Arístides Vargas. Recientemente, el Ministerio de Cultura de Ecuador y la Universidad de las Artes (Uniartes), que promueven diálogos, identidades y la producción artística intercultural.

Stage Perú nos trajo la breve obra ¡Es tiempo de casarnos? Así, con esos símbolos gramaticalmente incorrectos de exclamación e interrogación. La espera fue breve y la función comenzó con puntualidad. La primera impresión que me dejó fue la escenografía sucinta: una ambientación de sala de departamento bastante convencional, pero con una luz que lo diseminaba todo, sobre todo el color. Durante toda la presentación era muy difícil no pensar en ese detalle.

Por otro lado, las actuaciones de Raúl Sánchez McMillan (quien también es el dramaturgo) y Daniela Rodríguez me generaron mucha extrañeza. Posiblemente, la brevedad del montaje (20 minutos) no me permitió darme cuenta de aspectos resaltantes, pero sí de una baja energía y organicidad. El mes pasado miré un ensayo abierto de Alberto Ísola sobre una escena de La profesión de la señora Warren (Bernard Shaw) y mencionaba que cuando un actor responde a la emoción de su compañero, pues eso vale oro. En este montaje las emociones fueron muy lineales y los conflictos muy extraños. Incluso, cuando los personajes hacían monólogos frente a la cámara, dejaba una sensación de no estar apreciando una actuación con intenciones claras.

Quiero indicar que esta crítica la narro desde un absoluto respeto por el trabajo de Sánchez McMillan y su equipo, pero creo que el montaje pudo tener muchos más elementos de creatividad y apelar a más herramientas tecnológicas. Al montaje le faltó más emoción, más intriga y por supuesto, un factor fundamental de todo texto dramático: el conflicto. Nunca quedó claro cuál era, es decir, ¿el personaje de Daniela tiene miedo a que le proponga matrimonio? Es un conflicto que personalmente me parece muy extraño. Por un momento, me imaginé que una infidelidad de último momento habría funcionado genial y hubiese dado un interesante giro al montaje.

Retomando al tema de la integración, me pareció genial que este haya sido un montaje binacional. La entrada estuvo a diez soles o tres dólares (la moneda oficial de Ecuador). Finalmente, el montaje me hizo reflexionar acerca de que los formatos de microteatro son potencialmente atractivos en estos contextos de virtualización y Stage Perú ha sabido estar a la vanguardia con esta iniciativa.

Enrique Pacheco

1º de setiembre de 2020

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