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martes, 14 de julio de 2020

Crítica: AUSENTE


El silencio de mi soledad

¿Es teatro?, ¿no es teatro?, ¿es teatro virtual? Son algunas de las preguntas que nos seguimos haciendo, cuando vemos que está pronto a estrenarse una nueva propuesta a través de las distintas plataformas virtuales. Y es que el confinamiento y aislamiento social, producto de la pandemia, ha hecho que muchos dramaturgos sientan la necesidad de seguir contando sus historias. En esta oportunidad, Break presentó Ausente, un monólogo que mezcla de manera interesante el lenguaje teatral y audiovisual, logrando que funcione a la perfección.

Escrita y dirigida por el dramaturgo y director peruano Ernesto Barraza Eléspuru, con la actuación de Katerina D´onofrio. Una historia que logra identificarnos en muchos momentos, siendo el tema principal la soledad, haciéndonos reflexionar qué tanto podemos llegar a necesitar estar con alguien cuando ya no podemos. Precisamente, porque estamos obligados a permanecer aislados, confrontándonos con la necesidad de conectarnos con los otros. Un texto muy bien contado que va jugando constantemente con el paso del tiempo entre el presente y el pasado, pero todo sucede en un mismo espacio. Definitivamente logró engancharnos desde el primer momento.

D´Onofrio hizo una excelente actuación, una construcción de personaje trabajado detalle a detalle, apropiándose completamente del texto, encarnando con honestidad la vida de una mujer que siempre se sintió cómoda, viviendo en el silencio de su soledad. Pero esta dará un vuelco cuando comienza a escuchar una voz que viene del departamento de abajo. Fue conmovedor ver cómo poco a poco, este personaje empieza a establecer una relación con esa misteriosa voz y es que tal vez, no está bien decirlo, pero lo bueno que trajo este encierro, es que nos volvió más conscientes de las personas que habitan a nuestro alrededor, cosa que antes de esto, el correr del día a día, el trabajo u de otras actividades, hacía que ni siquiera nos percatemos de quiénes son nuestros vecinos o simplemente que no nos provoque entablar relación alguna con ellos, tal como le sucedía al personaje en Ausente.

Se usaron correctamente distintos ambientes del departamento de la actriz, la misma que no solo destacó por su actuación, sino por el buen manejo que tuvo con la cámara, pues al hacerlo logró los encuadres precisos en cada lugar. Además de utilizar la utilería adecuada, dando la impresión de que cada elemento fue colocado especialmente para ambientarlos de acuerdo con la personalidad del personaje (una mujer sola e independiente).

Asimismo, fue sugestivo ver cómo la actriz se va perdiendo de la cámara, realizando un baile estéticamente correcto, al ritmo de la canción Ausencia de Cesária Évora, una mezcla entre lo sensual y seductor, transmitiendo con ello el querer eliminar todos esos sentimientos encontrados y guardados entre dolor, impotencia y nostalgia que parecía tener. Además, utilizaron un recurso totalmente acertado al colocar la cámara en el ángulo exacto, observándola a través de un espejo, logrando así que el público no pierda detalle alguno de esa pequeña danza. Sin duda, es mérito resaltar la buena dirección que estuvo presente en cada momento de esta espectacular microobra que fue transmitida a través de la plataforma de Joinnus. Dando como resultado final un trabajo completo y muy bien elaborado; lleno de detalles y totalmente satisfactorio.

Milagros Guevara
14 de julio de 2020

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