La carne, la caída es una experiencia
multidisciplinaria que, empleando un lenguaje contemporáneo, reflexiona en
torno al folclore malagueño y andaluz, así como a la vivencia e identidad de
sus creadoras, sus miedos infantiles y la percepción de la muerte.
Como ya se ha comentado en esta plataforma,
la presente edición del FAE LIMA ha privilegiado la participación de
espectáculos que se alejan de las fórmulas narrativas convencionales, para
optar por otras de corte experimental y multidisciplinario. Precisamente a este
grupo pertenece La carne, la caída, una de las más recientes propuestas
escénicas de la prolífica compañía española La Phármaco. Sus autoras, Luz Arcas
(coreógrafa, bailarina, directora del montaje y de la compañía), Luz Prado
(violinista e improvisadora) y Virginia Rota (fotógrafa y videasta) nos hablan desde
los resquicios de la memoria y el subconsciente a través de la danza, la música
y el vídeo. En palabras de su directora, esta pieza “es una investigación muy
contemporánea, libre y abierta sobre el folclore malagueño y andaluz, y es
también una reflexión sobre la muerte (y) los miedos infantiles”.
Como en otros trabajos producidos por Arcas
y La Phármaco, en La carne, la caída la danza cumple un papel primordial. El
austero escenario, equipado con una silla y prendas de vestir, se llena con la
evolución del movimiento y la música, intercalando en tres momentos la
componente audiovisual. Ello otorga a la pieza una sensación de continuidad a
través de “escenas” que, aunque aparentemente inconexas, están ligadas a través
de la temática que la obra explora.
El lenguaje de la danza
"La danza le habla al cuerpo de los
espectadores”, comenta Luz Arcas en una entrevista. La experiencia escénica que
ella propone no se comprende racionalmente, o como si se viese una película o
un cuadro. Su trabajo se comprende, se padece en el cuerpo del espectador.
Busca, además, develar lo que está escondido en el ser humano, haciendo visible
lo que no se ve. En tal sentido, privilegia en su complejidad la honestidad y
la espontaneidad en escena, antes que el virtuosismo formal. Y, como ya se
dijo, incorpora elementos esenciales del folclor español. “Nadie se pregunta si
entiende o no un baile folclórico. Se entiende y punto. La danza contemporánea
es eso también. No es el arte intelectual, hermético, complejo que me habla de
algo muy distinto a lo que me habla un verdial malagueño. Es lo mismo. Es un
cuerpo celebrando algo", explica Arcas en la misma entrevista.
En la estructura de La carne, la caída,
se reconoce el espíritu del verdial malagueño, e incluso de la lidia taurina,
amalgamado con la intimidad de su exploración. El aporte musical a través de
los acordes sentidos del violín y la notable interpretación vocal de Luz Prado
son esenciales. Complementan el conjunto los elementos audiovisuales que, a
manera de bisagras, articulan las secuencias de danza.
Del subconsciente a las tablas
El lenguaje de la obra es críptico en su
mayoría. El conjunto no se comprende sino desde el ámbito prelógico del
espectador. Estamos ante sombras difusas que se interpretan como se interpreta
un sueño, que es en donde nos habla el subconsciente. La vestimenta negra, la
iluminación, y el uso del humo artificial procuran esta atmósfera onírica. La
componente audiovisual propone contenidos de comprensión más inmediata: el
audio testimonial de una mujer que vio morir a sus padres ya ancianos, un
fragmento del poema Canto de los hijos en marcha del venezolano Andrés Eloy
Blanco, e imágenes de tauromaquia. Esta componente es clave para introducir la
idea de la muerte en el montaje. O, más precisamente, la de ser testigos de la
muerte. La finitud se asocia en la danza con el cese del frenesí vital del
cuerpo, retornándolo a un estado de quietud. Se asocia también con la evocación
de imágenes y sonidos musicales de la infancia de las artistas, impregnados de
la identidad y el folclor malagueño y andaluz.
El subconsciente es un terreno agreste. Sus
dominios albergan fuerzas temibles y poderosas, a las que debemos domesticar en
una pugna perenne e interna si queremos evitar que nos consuman. La carne, la
caída exhibe esta pugna en los elementos que coexisten en escena. La danza y
la música evolucionan en intensidad y complejidad, como evoluciona también el
conflicto y la reconciliación en el cuerpo, afirmando su propia existencia, su
identidad afincada en la femineidad, en la libertad, en la tierra, en el baile
antiguo y en la tradición. Es, al fin, la lidia de la carne, de la vida que se
afirma, contra la muerte y la quietud de los despojos.
Esta no es una propuesta de fácil
contemplación o comprensión. Menos aún, para un público como el limeño, muy
poco acostumbrado a espectáculos de este tipo, que requieren de una
sensibilidad capaz de conectarse con el mundo interior del artista,
comprometiendo elementos intuitivos o, como ya se mencionó, prelógicos. Si bien
compartimos antecedentes culturales, la identificación en la obra de muchos de
ellos no es plena, salvo que se investigue sobre la cultura en el sur de España
antes de ir a ver la obra, o esta nos sea familiar. Por supuesto, esto no es
demérito de la pieza. Sin embargo, es necesario mencionarlo para entender
también la leve sensación de vacío que nos causa intuir que estamos perdiendo detalles
importantes. Como suele suceder en la vida, es con el tiempo y la experiencia que
nos permitiremos entender esto que acabamos de ver y que nos ha remecido hasta
la conmoción.
VERDIALES+CORONAVIRUS=NOWADAYS FOLK
El presente texto hubiera concluido en el
párrafo anterior, pero, ante las circunstancias actuales, bien vale la pena
escribir unas cuantas líneas más. Debido a la crisis de salud pública que
vivimos, la organización del festival FAE LIMA 2020 tomo el 13 de marzo la
decisión más difícil y sensata que debe haber tomado hasta ese día: cancelar el
festival. Esto quiere decir que La carne, la caída fue uno de los últimos
espectáculos internacionales que se presentaron en él. Es inevitable asociar el
contenido de este espectáculo con lo que ocurre en el mundo hoy mismo. Nuevamente
nos toca ser testigos de la muerte. De más muerte. De la peste que corre como
corre la paranoia, la precariedad y la estupidez humana. Y, junto a ella,
herida y sangrante como el lomo de un toro de lidia, la vida se retuerce en una
danza obstinada por continuar allí, como antes, como ahora y como siempre. En
su muro de Facebook, La Phármaco publicó la frase que motiva este subtítulo. La
publicación es del 9 de marzo, cinco días antes de la declaración de
cuarentena en España. La tradición de la celebración de la vida y la amenaza de
la muerte persisten hasta hoy. Razón no les falta.
David Huamán
27 de marzo de 2020
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