Autómatas del egoísmo
Subir los 12 pisos para llegar a casa Winaray siempre valen la pena y esta vez no fue la excepción. El joven dramaturgo Cristian Lévano nos presenta dos breves montajes de una sola escena cada uno, pero con mucho contenido trascendental. La fragilidad del ser humano inmerso en lógicas del egocentrismo y la soberbia de querer controlar todo y manipular sentimientos. Las actuaciones fueron de Herbert Corimanya y Gianiré Rosalino.
En primer lugar, se presenta Salario, donde Ignacio (Herbert) es un señor hipocondriaco que pierde el juicio creyéndose escrito y está bajo los cuidados de Magda (Gianiré). La luz es el efecto visual mejor logrado y genera un ambiente de intriga, así como la utilería del espacio: una serie de estantes y mesas llenas de libros y anotaciones. La concentración y mirada del actor desde un inicio es intrigante, así como los matices por los que pasa su carácter a lo largo de los 25 minutos de montaje. Pasar de la ira al dolor, luego al llanto, luego al arrepentimiento, luego a la compasión. Todas estas emociones llegan a impactar en el público, en ese sentido el personaje fue muy bien logrado. Por otro lado, Magda, la enfermera se mantiene en toda la función en un estado de relajación, taciturna y con intención muy homogénea y una voz suave. Ella es consciente, que a través de ella, Ignacio habla con su esposa fallecida y que su enfermedad e intelectualidad son falsas. La manera como Gianiré logra su personaje fue interesante, pero acaso le faltó algo de emoción. Finalmente, un elemento a mucho destacar es la música de guitarra en vivo, siempre hay que rescatar esto en una presentación. En los momentos de tensión, revelaciones o tristeza las notas musicales generaron un ambiente muy acorde al contexto y le dio mucha belleza a la presentación.
En segundo lugar y luego de 15 minutos de intermedio para cambiar la escenografía, se presentó Para Muestra un Botón, que se caracteriza por lo atrevido, pícaro y altamente bizarro de su contenido. En esta ocasión Neventa 200 (Gianiré) mujer de goma es comprada por Luis (Herbert) con el fin de satisfacer sus necesidades sexuales debido a la su impotencia. Gianiré destaca definitivamente por su vestuario, que la asemeja demasiado a una especie de androide y sus movimientos son muy finos y coordinados, así como su dicción. Ella no para de hacer cosas y realizar errores y diálogos con Luis que no paran de generar risas entre los asistentes. Herbert, en cambio muestra a un Luis todo el tiempo desesperado, ansioso y pensado en sí mismo. Sin embargo, el momento de más tensión es la humanización de Neventa 200, un intento falso de enamoramiento entre los dos, que termina resquebrajado. Esta fue el momento de mayor trascendencia de la obra y fue impactante, pues mostraba un punto de vista sobre la artificialidad de las relaciones amorosas en la actualidad, que muchas veces terminan agotadas por el egoísmo. Sin duda, Gianiré es la que más destaca en este montaje a diferencia del anterior, donde destaca Herbert. El final es sencillamente impactante, novedoso e inesperado. Creo que la obra da para mucho más contenido y más tiempo, pues está bien escrita y lo visto es muy interesante.
Enrique Pacheco
14 de diciembre de 2019
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