Tres pasiones
En primer lugar, es realmente importante apreciar
cómo ha crecido la Casa Winaray como espacio cultural. En esta oportunidad, nos
ofrece un espectáculo al estilo de microteatro, pero en el Centro de Lima.
Posiblemente, Cristian Lévano, el principal gestor cultural del espacio, podría
aprovechar esa idea: Microteatro en el Centro.
Con la dirección y participación del actor
Martin Medina, se presentó Pequeñas dosis
de la dramaturga argentina Adriana Genta, que consistió en tres escenas cortas con
historias independientes que atraviesan la complejidad humana, respecto al
compromiso y la dificultad de las relaciones interpersonales: primero, una
relación de pareja; luego, una de padre e hijo; y finalmente, una de amantes.
La propuesta escénica fue inteligente, en el sentido del uso de elementos
semióticos como un espejo sobre la pared y una fotografía colgada en el techo y
que miraba hacia los personajes. Estos elementos fueron muy bien utilizados por
los actores en ciertos momentos de sus actuaciones. El mobiliario fue simple,
dos sillas, una mesa, un tablero grande y sobre el piso, cinta adhesiva blanca
que rodeaba el escenario; pero este no es estático, pues cambia sus posiciones
de acuerdo a la historia. El vestuario fue ropa común y convencional. Por otro
lado, la música fue sencillamente hermosa y conmovedora: se trató de una
canción muy relacionada con las historias, Espérame en el cielo, de Lucho
Gatica, pero en una versión con voz femenina.
En la primera escena, Daniel Suarez
representó a un prisionero que recibe a su esposa (Milagros Guevara) en la
visita familiar. Las actuaciones fueron claras y llegaron a transmitir la gran
tensión del ambiente. Suárez no exageró cuando a su personaje le llega la peor
noticia que puede recibir una pareja: su esposa está embarazada de otro. Fue
interesante cómo pasa de la emoción de la traición a la desesperanza hacia el
final de la escena. Por otro lado, Guevara mostró una actuación ecuánime y con
la misma energía durante toda la escena.
La segunda, abordó la verdad y la búsqueda
del compromiso. Emily Yacarini interpretó a una muchacha aprendiz de ferretería,
que busca encarar a su padre biológico (Medina), dueño de una ferretería, quien
la rechazó como hija hace años. Medina destacó por la potencia de su voz y la
gran fuerza con la que actuó. Por otro lado, fue conmovedora la actuación de Yacarini,
pues su personaje fue cándido, pero con un espíritu frágil, quien a pesar de la
agresión verbal no se resquebrajó. La actriz destacó por su mirada, mezcla de
tristeza e indignación, siempre fija y a veces, mirando el recuadro sobre el
techo. Al igual que Guevara, se mantuvo con una misma fuerza durante toda la
escena. Un comentario sobre la posición donde se encontraba el estante del
padre dueño de la ferretería: estaba muy a la derecha del escenario, no en el
centro como las otras dos historias, justo donde la luz era más tenue.
Finalmente, la última fue un encuentro algo
confuso entre la hermana de un joven (Guevara) y la amante de este (Yacarini)
en una clínica psiquiátrica, pues no queda claro si el amante está grave y por qué
la amante no lucha por verlo, a pesar de que la hermana advierte que la esposa
también vendrá. La vestimenta fue muy formal, pero la vestimenta de Yacarini
fue de un rojo muy intenso que terminó por desentonar. Las emociones fueron muy
homogéneas y a diferencia de las otras dos historias, no pareciese que haya un
conflicto potente al cual enfrentar. ¿Si la amante no lucha por el amor, por qué
fue a ver a su circunstancial pareja enferma a la clínica? Sin embargo, las
actuaciones sí fueron creíbles, aunque Yacarini destacó más en la segunda
historia y Guevara, en la primera.
Pequeñas dosis consistió en escenas breves
con historias con mucho contenido dramático y muy emocionantes, sobre todo, las
dos primeras. Totalmente recomendable.
Enrique Pacheco
30 de octubre de 2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario