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martes, 13 de agosto de 2019

Crítica: LA TRAVESÍA


La fe no lo es todo

¿La fe en una creencia puede justificar el ocultamiento de un crimen? La Travesía de Josep María Miró está en temporada bajo la dirección de Alberto Isola y las actuaciones de Sandra Bernasconi, Carlos Victoria, Carlos Mesta, Alejandra Saba y Rodrigo Palacios.

En primer lugar, el decorado del montaje fue muy interesante y atractivo, debido al color: las paredes cubiertas de un material que simula un yeso amarillento, en clara alusión a contextualizar la historia en un ambiente cálido, como africano o amazónico. Dejaba como una sensación de experiencia límite, un suceso fuera de lo mundano, como de hecho es: en un campo de refugiados de un país no mencionado sucede un horrendo crimen, un infanticidio, en el que la víctima es una niña protegida de la congregación. Esto genera en la monja protagonista Cecilia (Bernasconi) los más profundos cuestionamientos a su ética y moral, pues duda sobre sus creencias (la falta de justicia de Dios) o la posible complicidad en este crimen de uno de sus hermanos de fe.

La primera escena es reveladora en ese sentido: Cecilia se niega a denunciar ante un periodista inquisidor y le refriega sus preguntas. Por otro lado, la secuencia más impactante es la pelea por la verdad con su jefe (Victoria); en esta, Bernasconi llega a transmitir la duda y el alma atormentada por la verdad y Victoria transmite la intimidación de manera muy clara; la presencia escénica a la que llegan los actores fue muy fuerte en ese instante. La tensión es constante durante todo el montaje y funcionó bastante bien, pues generó interés en el público. Sin embargo, la música hubiese generado un ambiente más fuerte y de suspenso. Las escenas de la monja con el chofer (Mesta) fueron actoralmente muy claras; no obstante, más que dialogar, parecían estar monologando, tanto dentro del auto como frente a la fogata. La confrontación de Cecilia por otra monja (Saba) no pareció muy creíble, ya que su conflicto central (la revelación del criminal) se resolvió muy rápido.

En cuanto a la vestimenta, solo se puede decir que sus materiales fueron excelentes, creíbles y de colores realistas como los personajes; y las luces, más que suficientes para un escenario tan particular como el Teatro de Lucía. La Travesía no termina ni se resuelve del todo, pues es claro que la intención del dramaturgo no fue ir por ese camino, sino el mostrar las debilidades de la condición humana frente a la duda y, en especial, frente a la ética en un personaje como una monja, quien en teoría tiene un pacto de fe. Esto último sí que alcanzó a reflejar Bernasconi en su actuación.

Enrique Pacheco
13 de agosto de 2019

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