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martes, 25 de junio de 2019

Crítica: LOS HOMBRES LOBO VIVEN EN MI CLOSET

El closet de los valientes

Un niño de once años llamado Farid hace un viaje hacia el interior de un closet para buscar a su hermano mayor, quien ha sido secuestrado por los hombres lobo. Es en esta travesía en la que el pequeño irá descubriendo nuevos mundos a través de su imaginación. Esta es la historia en Los hombres lobo viven en mi closet del dramaturgo mexicano Oz Jiménez, dirigida en esta ocasión por Rod Díaz Sánchez con temporada en el Club de Teatro de Lima.

La obra necesita representar en escena diferentes lugares, por los cuales Farid y su hermano viajan al interior del closet, por lo que hubo un constante cambio den la escenografía. La solución a esta necesidad fue práctica: utilizaron formas cuadrangulares desarmables blancas. Estas piezas eran agrupadas, de modo que creaban alturas y formas diferentes, de acuerdo al recorrido que Farid iba haciendo a través de los mundos dentro del closet. Si bien se lograron los cambios de escenografía a tiempo, los movimientos de los actores al mover las piezas fueron alborotados por momentos. Es necesario que estos se hagan limpios, ordenados y sobre todo, manteniendo la concentración de la atmósfera creada en escena.

Se tuvo retos con los que lidiar en la construcción de los personajes. En primer lugar, el actor José Antonio Córdova, quien interpretó a Farid de once años, logró la ligereza propia de una persona de esa edad en su composición corporal y vocal. En cuanto al hermano mayor, interpretado por Álvaro Pajares, si bien tuvo un trabajo prolijo técnicamente, por momentos tenía un peso vocal que lo hacía parecer de mayor edad. El actor Gherson Ruiz se encargó de interpretar a los diversos personajes mágicos que iban a apareciendo en cada uno de los mundos mágicos del closet. Esta necesidad de diferenciar personajes fue solucionada, pues no se notaba similitud en cada interpretación. Sin embargo, hubo momentos donde los personajes que este actor interpretaba perdían presencia escénica, por lo que llegaban a distorsionarse. Como elenco, hubo un alto desempeño técnico, llegando a un trabajo de texto eficiente sostenido durante toda la obra.

El vestuario fue un elemento elegido de manera atinada, pues aportaba a la especificidad de cada personaje. Hubo una distinción entre los personajes del “mundo real” y del “mundo del closet”: en el primero, el vestuario era realista, del día a día; en cuanto al segundo, utilizaron ropa neutra negra, además de elementos diferenciadores como máscaras o aditivos. Esta diferencia aportó a la contextualización de la historia, a la vez de constituir una forma práctica de caracterización de los personajes.

Esta obra trata de manera lúdica un tema tan vigente hoy en día: la capacidad de convivir con alguien distinto.  El closet en esta obra es representado como un mundo mágico donde los diferentes tienen lugar y pueden ser ellos mismos. Sin embargo, también es un mundo aparte, fuera de la realidad. Precisamente, este tipo de obras apunta a la normalización de aspectos negados aún socialmente, como es el hecho de no juzgar a quienes se reconocen diferentes auténticos, a quienes valientemente dejan de esconderse para ser ellos mismos. El trabajo por aprender a aceptar las diferencias como normales dentro de nuestra sociedad se hace constantemente: en las manos de las artes está el poder hacer llegar el mensaje a cada uno de sus espectadores.

Stefany Olivos
25 de julio de 2019

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