El closet de los valientes
Un niño de once años llamado Farid hace un
viaje hacia el interior de un closet para buscar a su hermano mayor, quien ha
sido secuestrado por los hombres lobo. Es en esta travesía en la que el pequeño
irá descubriendo nuevos mundos a través de su imaginación. Esta es la historia
en Los hombres lobo viven en mi closet del dramaturgo mexicano Oz Jiménez,
dirigida en esta ocasión por Rod Díaz Sánchez con temporada en el Club de
Teatro de Lima.
La obra necesita representar en escena
diferentes lugares, por los cuales Farid y su hermano viajan al interior del
closet, por lo que hubo un constante cambio den la escenografía. La solución a
esta necesidad fue práctica: utilizaron formas cuadrangulares desarmables
blancas. Estas piezas eran agrupadas, de modo que creaban alturas y formas
diferentes, de acuerdo al recorrido que Farid iba haciendo a través de los
mundos dentro del closet. Si bien se lograron los cambios de escenografía a
tiempo, los movimientos de los actores al mover las piezas fueron alborotados por
momentos. Es necesario que estos se hagan limpios, ordenados y sobre todo,
manteniendo la concentración de la atmósfera creada en escena.
Se tuvo retos con los que lidiar en la
construcción de los personajes. En primer lugar, el actor José Antonio Córdova,
quien interpretó a Farid de once años, logró la ligereza propia de una persona
de esa edad en su composición corporal y vocal. En cuanto al hermano mayor,
interpretado por Álvaro Pajares, si bien tuvo un trabajo prolijo técnicamente, por
momentos tenía un peso vocal que lo hacía parecer de mayor edad. El actor Gherson
Ruiz se encargó de interpretar a los diversos personajes mágicos que iban a
apareciendo en cada uno de los mundos mágicos del closet. Esta necesidad de
diferenciar personajes fue solucionada, pues no se notaba similitud en cada
interpretación. Sin embargo, hubo momentos donde los personajes que este actor
interpretaba perdían presencia escénica, por lo que llegaban a distorsionarse.
Como elenco, hubo un alto desempeño técnico, llegando a un trabajo de texto
eficiente sostenido durante toda la obra.
El vestuario fue un elemento elegido de
manera atinada, pues aportaba a la especificidad de cada personaje. Hubo una
distinción entre los personajes del “mundo real” y del “mundo del closet”: en
el primero, el vestuario era realista, del día a día; en cuanto al segundo,
utilizaron ropa neutra negra, además de elementos diferenciadores como máscaras
o aditivos. Esta diferencia aportó a la contextualización de la historia, a la
vez de constituir una forma práctica de caracterización de los personajes.
Esta obra trata de manera lúdica un tema
tan vigente hoy en día: la capacidad de convivir con alguien distinto. El closet en esta obra es representado como
un mundo mágico donde los diferentes tienen lugar y pueden ser ellos mismos.
Sin embargo, también es un mundo aparte, fuera de la realidad. Precisamente,
este tipo de obras apunta a la normalización de aspectos negados aún
socialmente, como es el hecho de no juzgar a quienes se reconocen diferentes
auténticos, a quienes valientemente dejan de esconderse para ser ellos mismos.
El trabajo por aprender a aceptar las diferencias como normales dentro de
nuestra sociedad se hace constantemente: en las manos de las artes está el
poder hacer llegar el mensaje a cada uno de sus espectadores.
Stefany Olivos
25 de julio de 2019
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