La importancia de adaptar o versionar
Si adaptar es modificar una obra literaria para que pueda difundirse entre un público distinto de aquel al cual iba destinada o darle una forma diferente de la original,
versionar es realizar una nueva forma que adopte la relación del texto de una obra o su interpretación.
Justamente, cualquier decisión que se tome para presentar un espectáculo teatral,
escrito en un contexto determinado para presentarlo en otro, debe estar muy
bien o por lo menos, medianamente justificada y además, debe ser ejecutada en
escena con cierto grado (al menos) de verosimilitud. De lo contrario, versionar
o adaptar sería inútil; en conclusión, lo lógico sería presentar la obra tal cual,
sin alteraciones, y así mantener su lógica y coherencia espacial y temporal. Valgan
estas líneas como introducción para reseñar la última propuesta de Liberteatro
Producciones titulada Por no ser decentes, basada en la comedia inglesa No Sex
Please, We're British de Alistair Foot y Anthony Marriott, estrenada en
Londres en 1971.
Presentada discretamente en el Teatro Marsano, bajo el
título de Con el sexo no se juega (1996), esta octava puesta estrenada por el
incansable Jonathan Oliveros en el Teatro Auditorio Miraflores aborda los
enredos que se producen cuando una pareja de recién casados (Camila Mc Lennan y
Paco Varela) se instala en su nuevo departamento encima del banco en donde
trabaja él, pero ella accidentalmente realiza un pedido de productos
pornográficos escandinavos por correo y así el despelote estará servido, cuando
traten de encubrir el delito. Para colmo de males, este atípico e involuntario error
de la mujer involucrará a su madre (Cecilia Tosso), al policía de la cuadra
(Adrián Torres), a la mucama mojigata (Paola Vera), al inspector del banco (Oliveros),
al asistente y al jefe del marido (Tito Vega y Walter Ciurlizza,
respectivamente), y a nada menos que a una dominatriz escandinava (Katherina
Sánchez). A casi cincuenta años de su estreno, el adaptar o versionar el texto
original a la realidad peruana (o limeña), una que se encuentra literalmente en
las antípodas de la de Inglaterra en los años 70, resulta a todas luces una tarea
complicada que el presente montaje lamentablemente, no logra resolver.
Las incoherencias abundan desde el inicio y entrar en la convención
se hace virtualmente imposible. ¿Qué banco en Lima tiene departamentos encima? ¿Quién
deja la puerta abierta de un edificio (¡con un banco!) en nuestra ciudad? ¿Qué
banco solo tiene un policía de turno, que sube a los departamentos a libar? ¿Qué
película porno escandinava tiene en su título “Paco Varela”? ¿Quién manda traer
copas de vidrio desde Escandinavia? ¿Quién encuentra material pornográfico en
el río Rímac y denuncia el hecho, poniendo en jaque a toda la ciudad? ¿Qué
camión puede estar estacionado durante horas frente a un banco sin levantar
sospechas? ¿Quién deja entrar a su casa a un extraño para que duerma un rato?
¿Quién está a cargo de la seguridad del aeropuerto que deja entrar a una
sospechosa escandinava, habiendo estallado ya justamente, el escándalo de pornografía
escandinava? Y para concluir, ¿es realmente la posesión de material
pornográfico, como fotos, revistas y películas, un delito tan atroz en estos
días que dispare decisiones tan desesperadas? Con el peligroso mundo virtual de
ahora, definitivamente, no. Pero sí en la estirada Inglaterra de los años 70. Pero
Por no ser decentes sí tiene acaso algo en común con la original británica:
destrozada por la crítica en su momento, esta última tuvo un abrumador éxito de
público, que gozaron y gozan también todas las producciones adaptadas,
versionadas y dirigidas por Oliveros, de quien esperamos siempre un mayor
cuidado en sus espectáculos.
Sergio Velarde
12 de mayo de 2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario