El enigma de una proeza
En el marco del Festival de Artes Escénicas
de Lima FAE 2019, fue repuesta la obra “Astronautas”, una ficción que lograr
insertar en el espectador, la ilusión de una hazaña impulsada por un presidente
golpista (Juan Velasco Alvarado), quien le encomienda a tres hombres peruanos
una misión que parece imposible: ser los primeros en llegar a la luna.
Estrenada por primera vez en el año 2011, “Astronautas”
fue escrita por nada menos que cinco autores: Jorge Castro (quien además dirige
la puesta), Mateo Chiarella, Héctor Gálvez, Gino Luque y Gerardo Ruiz Miñán,
quienes en un notable ejercicio de sincronía, conducen la narrativa con un hilo
que engrana cuidadosamente hechos históricos, combinándolos con la creación
ficticia y teniendo como soporte un poderoso material audiovisual.
El elenco está integrado por los actores Eduardo Camino, Manuel Gold y Óscar Meza –este último reemplazando a Pietro
Sibille, quien intervino en las primeras temporadas de la obra-, representando
a Ayar Manco, Ayar Cachi y Ayar Uchu, respectivamente. Construir o estructurar
una obra a partir de acontecimientos reales (como lo son el mandato de Velasco
en 1968 y la llegada del primer hombre a la luna al año siguiente bajo la
batuta norteamericana) podría resultar tan arriesgado como sorprendente.
El entramado (de la historia) surge cuando
se convoca a estos tres hombres: dos militares con amplia trayectoria y
destreza física (Ayar Manco y Ayar Uchu), y un civil con vastos conocimientos
en astronomía y matemática racional (Ayar Cachi) para una misión secreta. Pero,
¿quién los convoca? Esa interrogante se desvela cuando una voz en off (a cargo
de Mikhail Page) irrumpe, fungiendo como mediador entre los personajes y el
propio presidente Velasco (también materializado en off). Entonces, los cinco
personajes empiezan a interactuar, dando y recibiendo las órdenes,
aunque la relación principal será siempre entre los tres Ayar, quienes son
conminados a no revelar sus nombres, siendo (re)bautizados con aquellos
apelativos. Ahora bien, ¿qué quieren de ellos? Pues algo no tan simple: convertirlos en astronautas,
encomendándoles la apoteósica tarea de conquistar la geografía lunar antes que
nadie, sin olvidar, que cuentan con un presupuesto ajustado.
Los trabajos teatrales de Jorge Castro son
bastante conocidos, por mencionar algunos están la adaptación y dirección de
“Drácula” en 2012 o la buena temporada de “Edipo Rey” en 2015 (considerando que
la propuesta de “Astronautas” es más antigua). Así, las expectativas ante la
reposición del montaje en 2018 no se hicieron esperar.
Cabe resaltar que además de dramaturgo y
director de teatro, Jorge Castro es psicólogo, situación profesional que lo
coloca –quizá- en una posición más cercana al entendimiento del ser humano y su
conducta, lo cual se evidencia en la creación de los personajes de esta obra en
particular (ello sin perjuicio del aporte de los demás autores).
DOMINIO VISUAL
El montaje propone –al inicio- un escenario
simple, dotado únicamente de una estructura de tubos (que sugiere una
habitación) en donde se encontrarán los tres convocados a la misión. En el
fondo, la figura proyectada de la luna precede cada una de las imágenes y
videos testimoniales que irán apareciendo conforme se desarrollan las escenas.
La propuesta aborda el proceso de
selección, entrenamiento y convivencia de los personajes, quienes deberán
encarar algunos conflictos individuales y colectivos. Para ello, el manejo del
arsenal de recursos de utilería (las maquetas y su uso didáctico para explicar
la misión “Los chanchos vuelan”), el vestuario, el diseño de luces, el diseño
sonoro y el material audiovisual, complementado con el trabajo de movimiento de
los actores (las caídas, la ingravidez, el manejo de la nave), dieron como
resultado imágenes que bien podrían asemejarse a los códigos que vemos en la
pantalla grande.
Evidentemente, “Astronautas” ha retornado a
las tablas con aires renovados, presentando un lenguaje escénico ágil,
acompañado de los testimonios grabados, los mismos que refuerzan la
credibilidad de la anécdota, situación que inspira a la imaginación del
público, permitiéndole –tal vez- la licencia de creer que pudo haber ocurrido
la historia que se cuenta, o por lo menos dejar la duda de ello.
Sin duda, la potencia del recurso visual
“jala el ojo” del espectador y aporta notablemente al discurso del texto por
su realismo, funcionando como un recurso estimulante a los sentidos.
LA FÁBULA COMO PRETEXTO
Ahora bien, otro detalle interesante y no
menos importante son los personajes, que han sido dotados de características
intelectuales, psicológicas/emocionales y rasgos físicos (postura, gestos,
acento, contextura) que dan cuenta de su individualidad y contrastes como seres
humanos, así como la forma de interactuar con el otro. Por ejemplo, Ayar Manco representa
al hombre fuerte y aparentemente inquebrantable –en el momento en que Ayar Uchu
es rescatado, se rinde ante el abrazo de este-, lo cual no traiciona sus
fortalezas primigenias; por el contrario, lo humaniza. Ayar Uchu, por su parte,
es más solidario y mediador, pero no menos orgulloso de sus raíces y sus
logros. Ayar Cachi es tímido, muestra cierta debilidad, pero con su energía,
humor (casi ingenuo) e inteligencia logra neutralizar los conflictos entre sus
compañeros.
La fábula –esta misión de llegar a la luna
y todo lo que la proeza trae consigo- se
convierte en el pretexto para hablar de estos hombres, de sus contrastes y sus
conflictos, de la forma en que consiguen unirse sin querer –queriendo- para cumplir
su objetivo. Acompañados de las voces del presidente y su mediador, quienes
aunque invisibles, a través de sus locuciones nos dan luces también de sus personalidades.
Por mencionar alguna de las frases más resonantes: “[…] Nunca más el
peruano tendrá que mirar impotente su propia nación como una nación disminuida
[…]”, decía Velasco. Surge la interrogante: ¿Acaso nos hacen falta tamaños
logros –como nación- para sentirnos orgullosos?
Importante revisar este montaje
(actualmente), ya que a partir de las sutilezas del humor y el drama, salen a
relucir temas interesantes acerca de cómo nos reconocemos como individuos y
como sociedad. Sin dejar de lado la ilusión creada a partir de un suceso que quizá todos los peruanos hubiéramos querido que fuera realidad. Y así fue,
porque el teatro también te regala momentos de gloria, aunque estos duren
ciento diez minutos.
Maria Cristina Mory Cárdenas
23 de marzo de 2019
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