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domingo, 30 de septiembre de 2018

Entrevistas: ALFONSO SANTISTEVAN, ALBERTO ISOLA y CAROLAY RODRÍGUEZ


PRE-ESTRENO DE LA OBRA “EL CABALLO DEL LIBERTADOR”

A propósito del pre-estreno de la obra El Caballo del Libertador, segunda entrega de la Trilogía, acontecida en el Centro Cultural de la PUCP, Oficio Crítico conversó con el reconocido dramaturgo y director de la puesta Alfonso Santistevan y con sus protagonistas, el renombrado actor Alberto Isola y la joven actriz Carolay Rodríguez.

En principio, ¿cómo ha sido el proceso de creación de esta Trilogía?

A.S.: “Es un poco una locura, porque en realidad esto se le ocurrió hace algunos años a Alberto y me la propuso, y nos hemos demorado un poquito porque al principio pensábamos hacerlo en una casa y ahí hacer las tres obras (Vladimir, El Caballo del Libertador y Pequeños Héroes), porque las tres obras suceden en interiores. Además, llegamos al espacio como metáfora del Perú, las tres obras tratan sobre el Perú; pero al final llegamos acá, al Centro Cultural de la Católica, que decidió producir el proyecto junto con la Facultad de Artes Escénicas y entonces, hicimos esta casa que es ahora el escenario y en esta casa suceden las tres obras, lo único que cambian son los muebles, pero la casa es la misma, es la misma escenografía.”

“Ha sido un poco una locura, digo, porque es hacer tres obras simultáneamente; entonces, hay una que dirige Alberto, otra que dirijo yo, otra en la que actúa Alberto, hay otra que dirigimos los dos, pero que yo también actúo. Es un poquito complicado, son tres elencos distintos pero los directores son los mismos; ha sido bastante estresante, pero también ha sido para mí y creo que para Alberto también muy enriquecedor, porque creo que estamos trabajando con los actores que realmente queremos que hagan estas obras, que son actores absolutamente de primer orden y, además, creo que también es muy interesante montar esto con una visión de lo que pasa hoy. Son obras escritas hace muchos años, así pues pensar cómo va a ser la recepción hoy, eso a mí me interesa particularmente como autor y creo que Alberto en el caso de Vladimir, por ejemplo, le ha dado a la puesta en escena algo distinto a lo que tenía la original, ha hecho algunas trasposiciones que ayudan a ver la obra más desde el punto de vista del hijo que de la madre, cosa que no era en el original.”

“En este caso, El Caballo del Libertador, sí es la puesta en escena tal cual, pero claro, con el concurso de Alberto y de Carolay, que aportan enormemente a la obra en profundidad, en intensidad ¿no? Y para mí, es viajar al origen de hacer esta obra, porque es la primera que escribí, por lo que ha sido muy removedor y estamos en proceso con Pequeños Héroes, estamos ahí empezando”.

Respecto a la puesta original y a la que se presenta actualmente, ¿cuál sería el punto de comparación en su opinión?

A.S.: “La diferencia sustancial está en que, en la primera puesta, yo lo único que tenía era un relato, que se lo di a los actores, en base a eso improvisaron y creamos la obra; en realidad, yo la creé con ellos a partir de un relato mío, pero con las improvisaciones de ellos, por eso es que en el programa están los nombres de Maritza Gutti y José Enrique Mavila, que fueron los que hicieron los papeles, porque tú te das cuenta que la obra es bien episódica; un poco como que cada escena fue una improvisación, que corresponde a una sesión de improvisación. Entonces, guarda esa impronta de lo improvisado y eso es rico ¿no? Es un poco raro, porque hacer este texto sin los actores que la crearon, y convertida ya en un texto fijo es un poco extraño a ratos, pero Carolay y Alberto tuvieron la paciencia enorme de soportarme que yo reprodujera muchas cosas del montaje original, en términos de espacio, de movimiento, de vestuario y de cosas así, pero claro, a la vez, ellos evidentemente han aportado muchísimo en profundidad, en la interpretación misma de los personajes, en humor, en un montón de cosas que le han dado a la obra.”

Por su parte, Carolay Rodríguez comparte la experiencia de abordar este personaje lleno de matices y cambios. “Ha sido complicado, trabajador y enriquecedor, porque he tenido que pasar de diferentes emociones y han habido escenas cortas en las que estaba riéndome y en la otra tenía que entrar llorando; así que abordar eso ha sido como complicado, pero he tratado de coger técnicas que justo estoy trabajando en mi tesis para abordarlo en esta obra. Es emocionante, además, estar en escena con Alberto Isola, que lo escuchas y ya aprendes muchísimo; de Alfonso Santistevan, que te dirige muy bien y te da mucha tranquilad; me he sentido segura, no me he sentido como nerviosa, ni nada, sino que he sentido mucha seguridad al abordar esta obra”.

Acerca del idioma, pues Carolay desarrolla algunos parlamentos en quechua, nos comenta que tuvo que parenderlo para la puesta. “Además, Alfonso me pasó el texto, cómo se escribía, yo dije ya, pero, ¿¡cómo se pronuncia!? Entonces, pregunté a maestras (Ana Correa), le dije si tenía un contacto, ella me lo pasó, me mandó un audio con la pronunciación, he estado practicando y practicando. Luego le dije a mi abuela también, quien es de Ayacucho, me dijo cómo repetirlo, lo he repetido hasta interiorizarlo y de verdad, poder decirlo sin ninguna complejidad”. Respecto al mensaje de la obra, Carolay resume que “a mí lo que me llena mucho es esta necesidad del vínculo para sobrevivir, siento que siempre hay esta necesidad de unirse al otro y acompañarse para poder luchar y seguir adelante, uno nunca está solo, sino que necesita de alguien más, por eso debemos ser empáticos; eso por un lado, y por otro, es la memoria de lo que pasó: yo he aprendido muchísimo a partir de esta obra, de los reportajes que veía, del miedo que había en la gente de solo salir a comprar el pan. Ha sido en verdad enriquecedor tener que pasar por este personaje y vivirlo.”

Asimismo, Alberto Isola nos cuenta cómo ha llevado el proceso de participar en este proyecto. “Esto es un viejo sueño, yo vi los tres montajes originales de los que no recuerdo mucho, salvo la sensación muy fuerte y a los maravillosos actores. Estos son textos, además, que se han hecho mucho en talleres, en escuelas, yo mismo los he hecho un par de veces y yo sentía que eran textos que tenían que ser vistos; entonces en algún momento le dije a Alfonso: ‘Oye, son tres, las tres tienen cosas en común’; él me decía: ‘Pero yo no la escribí así’; ‘Pero, bueno, yo sí veo cosas en común’; entonces esa fue la idea originalmente. Felizmente, no se dio así, porque al principio yo iba a dirigir las tres, pero yo tenía un problema con la obra El Caballo del Libertador, porque me parece como muy personal, así que lo que estamos haciendo es una reformulación de su montaje. Me gusta, porque me parecen textos que no solamente hablan de una época de la cual es importante hablar, sino porque tienen una dimensión poética y teatral muy grande, entonces, me parecía que tenían que ser vistas donde tenían serlo, que es en el teatro, para el público en general”.

Acerca de las simbologías en la representación, Isola comenta que “es bien curioso, porque Alfonso es muy práctico: yo, el primer día, le dije: ‘Pero este hombre qué tiene, ¿está ciego?’ y me dijo: ‘No, ha cerrado los ojos, porque no quiere mirar y se acabó’; entonces, ¿es Bolívar, no es Bolívar? Es Bolívar, ¿por qué? No importa, ¿está soñando? No sé, entonces lo que quiero decir con esto, es que todo lo trabajamos muy concretamente, porque creo que una de las cosas más difíciles de hacer símbolos en el teatro, es que no se quede en una cosa media etérea; por eso, trabajamos mucho la verdad del personaje y asumimos como una circunstancia dada que este hombre cerraba los ojos y se acabó”.

En cuanto a una comparación en el tiempo de la obra, agrega que “la gran diferencia es que esta obra termina cuando va a empezar lo peor en la historia, nadie sospechaba que lo que vino después iba a ser lo que fue, o sea peor todavía. Ahora estamos viendo para atrás; por eso, creo que la mirada ahora es una hacia lo que fue y lo que ha pasado en todo ese tiempo. Inclusive, cuando hicimos Vladimir, hemos cambiado y ahora esa obra comienza de otra manera que cuando originalmente se hizo, porque pensábamos que era importante que la obra se viera desde el punto de vista del chico y no de los padres; acá no, porque esta es una obra mucho más metafórica; yo creo que la obra hace lo que el teatro hace: uno que te toca a un nivel mucho más inconsciente, más poético y te hace preguntarte qué pasó, si seguimos con los ojos cerrados, si los vamos a abrir o no y por qué es tan difícil abrir los ojos. Y por qué todavía hay tanta violencia y animadversión cuando se habla de estos temas y de esa época. Recuerdo esos años, porque fueron realmente duros y creo que ahora uno se da cuenta, claro, y cuando te das cuenta lo que pasaba en otros sitios, sientes que tu vida, por dura que fuera, no ha sido tanta como la de los demás, Yo recuerdo el teatro hace años como un espacio de solidaridad, de compañía y donde además íbamos a ensayar y a veces había un coche bomba, a veces se iba la luz, pero hacíamos teatro, y era una manera de resistir, así que el refugio estaba ahí también, no solamente era uno en el otro a nivel personal, era también un refugio en el teatro, que incluye a los espectadores, como un espacio de resistencia”.

Para finalizar, el destacado actor recomienda ver la obra por “dos razones muy sencillas: la primera es porque creo que está entre los más grandes textos de nuestra historia teatral y los textos hay que verlos en el escenario y creo que durante muchos años, yo lo he hecho también, estas obras se han hecho mucho (en talleres) y está muy bien, pero, creo que es importante que sean vistas por un público mayoritario, porque son parte de nuestra historia teatral. Por otro lado, porque evidentemente es un espacio de reflexión importante, metafórico, y por eso creo que muy particular, sobre algo de lo cual todavía no hemos salido, entonces, todo este tema de la memoria me parece muy, muy interesante. El otro día alguien me dijo: ‘Oye, nosotros en el noventa y cuatro éramos como los venezolanos ahora?, pues sí, o sea teníamos que migrar, yo mismo tuve que migrar dos veces, porque no podías trabajar en este país; así que es bueno empezar a ver todo eso y darte cuenta de realmente dónde vamos, sobre todo, para contrarrestar todos los discursos reaccionarios, xenófobos, de todo tipo ¿no?, o aquellos que sobre todo, tratan de borrar la capacidad de recordar y de pensar”.

Maria Cristina Mory Cárdenas
30 de setiembre de 2018

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