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jueves, 30 de agosto de 2018

Crítica: LA COIMA


Sátira músical sobre la corrupción

El estreno de La coima no pudo ocurrir en “mejor” momento y lugar, paradójicamente escribiendo. No solo asistimos, durante Fiestas Patrias, a un escándalo de proporciones mayúsculas referido a la corrupción en las más altas esferas de poder, servido por la descarada conveniencia de la mayoría de nuestros actores políticos y su absoluta arbitrariedad e injusticia contra los más necesitados; sino que el mismo espacio en el que se presentó, la Asociación de Artistas Aficionados, se encuentra actualmente en un real peligro de un arbitrario desalojo. Basada en la pieza El inspector del subestimado dramaturgo ruso Nikolai Gogol, La coima buscó cuestionar la corrupción e impunidad que hace metástasis desde hace muchos años en nuestros últimos gobiernos, pero en una agradecida clave de humor negro, que la debería convertir en un espectáculo urgente y necesario cada 28 de julio.

Resultó evidente que el mayor acierto del montaje fue la muy inspirada adaptación a nuestra realidad, realizada por el director Martín Velásquez, sobre el original de Gogol que situaba su acción en una pequeña aldea de una Rusia gobernada por el Zar Nicolás I en siglo XIX. Triste comprobar cómo sociedades tan distintas y distantes, espacial y temporalmente, puedan tener tantos puntos en común, cuando de deshonestidad e injusticia se trata. La inminente visita de un fiscal, enviado por la mismísima Corte Internacional Anticorrupción, hace tambalear a la clase política de un país sudamericano, cuyo presidente luce una banda blanquirroja. Como si fuera un baile de máscaras, todos los personajes mienten, traicionan, roban o esconden su verdadera personalidad por conveniencia: desde la familia presidencial, pasando por congresistas y ministros, hasta el mismo fiscal. Las típicas referencias coyunturales, en justa cantidad y adecuada aparición, suman a la sátira presentada en escena, al lado de un correcto acompañamiento musical en vivo con canciones originales.

Excelentes actuaciones de todo el elenco, encabezado por la disparatada pareja presidencial, conformada por David Huamán y Paola Chacaltana. Además, brilló con luz propia Luis Cárdenas-Natteri, como el supuesto fiscal, elaborando un antológico personaje rico en detalles y matices. Acompañaron con precisión Francesca Vargas, Daniel Suárez Lezama, Abel Enríquez, Aníbal Lozano Herrera, Paula Zuzunaga y especialmente, los carismáticos Nadyr Castillo y Miguel Agurto; además de Omar Velásquez y Manuel Antonio Aivar en el apartado musical. Es cierto, acaso la dilatada duración de la puesta pudo perfectamente recortarse, acaso faltó afinar la inclusión de los números musicales a la acción dramática, acaso se percibió cierto acartonamiento de algunos actores al cantar; pero esos fueron detalles menores y además, perfectibles: La coima, con la acertada dirección de Velásquez y el apoyo de Verony Centeno, fue una valiosa apuesta por retratar la podredumbre de la política peruana, y paradójicamente escribiendo, a través de una sólida e hilarante comedia, que mostró sin tapujos, acompañada de las risas de los espectadores, la despreciable corrupción de nuestra clase política.

Sergio Velarde
30 de agosto de 2018

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