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martes, 14 de agosto de 2018

Crítica: FREAKSHOW


Freaky love

Un extraño maleficio pesa sobre los miembros de una familia: enamorarse les produce la muerte. Esta maldición pasa de generación en generación y será aprovechada por el dueño de un circo, quien con tal de entretener al público, manipulará a un joven de esta familia, mostrándole los caminos del amor de una particular manera. Este es el argumento de Freakshow, escrita por Martín Giner y dirigida por Gustavo Seclén.

El montaje se recreó en una atmósfera tenebrosa y misteriosa; sin embargo, la introducción a la historia, narrada por el personaje del dueño del circo (interpretado hábilmente por Rodrigo Falla Brousset) fue un tanto confusa y extendida; dicho esto, es verdad que el concepto de Freakshow alude a una construcción rara de la realidad, lo cual intentaba explicarse en esta primera parte.

Por su parte, Alejandra Reyes Freitas y Cristian Covarrubias estuvieron correctos en sus roles, aunque la naturaleza de los personajes (bastante elocuentes) denotaba mucha ingenuidad en el caso de la primera. Volviendo a la puesta en sí, es indudablemente una propuesta que parece recomponer sucesos cotidianos, editándolos y utilizando el humor como herramienta principal para sostener la acción. En este caso, el tema del amor, aun expuesto de manera superficial, no deja de reflejar un trasfondo cierto, sobre todo cuando se trata de los desencuentros de una pareja, sobredimensionados por la exposición burlona de este presentador de circo.

Una mención aparte merece el hecho de que todo espectáculo hecho para un público debe contar con la presencia del mismo, especialmente esta obra, que para agilizar su dinámica necesita y merece muchos más espectadores de los que asistimos a esta función. No se debe olvidar que la energía que aporta el receptor es también un factor importante para el trabajo del elenco, quien supo manejar con profesionalismo este detalle.

Freakshow es un absurdo necesario que encierra a la realidad en una historia estructurada con diálogos repetitivos y chistes livianos. No obstante, esa ligereza es llamativa y permite digerir poco a poco el juego escénico.

Maria Cristina Mory Cárdenas
14 de agosto de 2018

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