Política, libertades e incomunicación
La producción dramática de la premiada autora argentina
Patricia Zangaro es netamente política: así lo fueron Pascua rea (1991),
con grotescos inmigrantes de los años treinta dentro de un sistema
político-social trastocado; Auto de fe... entre bambalinas (1996), con tres
actores de la época virreinal, que se sumergen en una lucha entre el arte y el
poder; o A propósito de la duda (2000), con la incertidumbre acerca de la
identidad biológica y simbólica que aqueja al protagonista, en su búsqueda de memoria.
Pues bien, los jóvenes directores Abel Enríquez y Bryan Urrunaga estrenaron en
mayo África (Un continente…) en La Casa Recurso de Barranco, texto escrito por
Zangaro en el 2008, ofreciendo un interesante espectáculo con muchos aspectos a
favor.
Como lo mencionó la autora en una entrevista, “África es la
metáfora de la asimetría profunda que se vive en el mundo”. Y es que dicho
continente no solo es uno de los más pobres y maltratados, sino que el futuro
de sus habitantes pareciera no importarle a nadie. Y justamente, dentro de la
obra propiamente dicha, mientras un negro se desangra en la calle, cuatro
personas deambulan en la solitaria azotea de un edificio aledaño: un muchacho
desequilibrado con ínfulas de francotirador (Roy Zevallos), una profesora en
estado de depresión (Leticia Narvarte), un artista que se regodea en su propia
perversidad (David Huamán) y una muchacha furiosa resuelta a tomar un drástica
decisión (Rocío Olivera). Los textos, contados y sencillos solo en apariencia,
son contundentes para desnudar la profunda incomunicación entre estos seres,
inmersos en sus propias frustraciones.
Gran parte del mérito del montaje es el aprovechamiento del
íntimo espacio de la Casa Recurso. Si bien es cierto, faltó crear con mayor
precisión por parte de los actores la impresión de estar en una azotea, sus
interpretaciones fueron lo suficientemente solventes como para involucrarnos en
el drama, especialmente, al enterarnos de la relación madre-hija entre las dos mujeres.
A destacar las actuaciones de todo el elenco, especialmente la de la muy
competente Narvarte. Los cuatro elementos clásicos (agua, fuego, aire y tierra)
dentro de baldes en cada esquina, así como su sencillo pero efectivo diseño de
luces, mientras los personajes caminan o corren por los bordes, sumaron a
generar una atmósfera de opresión y melancolía. Tal como lo mencionó Zangaro, “el
teatro no puede transformar la realidad, pero sí transformar nuestra mirada”.
África (Un continente…) fue un apreciable montaje que le hizo justicia a su
autora, con un claro mensaje político sobre las libertades individuales, el
absurdo racismo y las relaciones tirantes y distantes entre los miembros de una
sociedad.
Sergio Velarde
16 de julio de 2018
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