Algunos momentos de la Asociación de Artistas
Aficionados
La Asociación de Artistas Aficionados está
celebrando su aniversario número ochenta presentándonos Momentos, una
recopilación de fragmentos de ocho obras estelares de la AAA, a cargo de siete
directores distintos. La temporada va hasta el 1° de
julio, dividiendo la lista de obras en dos minitemporadas de dos semanas cada
una. Hasta el 17 de junio se presentaron cuatro de la lista de obras: “La
muerte de Atahualpa”, “El diario de Ana Frank”, “La voz humana” y “Las brujas
de Salem”. Tuve la oportunidad de ver estas obras que son parte de la primera
etapa del montaje.
Momentos propone que la realización de cada
fragmento de obra se realice en diferentes espacios de la AAA, de modo que el
espectador tenga la posibilidad de recorrer la casa. Los tres espacios utilizados
fueron el patio, el teatro y una sala acondicionada. Si bien la idea es
interesante, pues moviliza al público entre las funciones y logra crear una
sensación de estar recorriendo un museo, el aforo del espacio fue muy distinto
en cada espacio: mientras que en el patio el espacio es medianamente reducido,
en el teatro hay capacidad para mucho más gente, para luego pasar a una sala
donde el espacio era notablemente reducido y, al tratarse de un público
numeroso, la ubicación de este resultaba incómoda y poco práctica. Se debería
tener más noción del aforo en general y, sobre todo, de la comodidad de la
gente al ver el espectáculo.
La obra que daba inicio a las funciones fue
“La muerte de Atahualpa”, donde se
representaba un momento de conversación clave entre el inca y un traidor. La
representación se dio en el patio de la AAA, un espacio al aire libre que
exigía un nivel de energía actoral específico. Sin embargo, los actores
desbordaron energía en casi toda la obra, actuando frenéticamente desde el
inicio, por lo que provocaba una sensación de inverosimilitud al espectador por
parte de ambos intérpretes. La segunda obra de la noche fue “La voz humana”,
donde una mujer se encuentra sola al teléfono. Toda la obra propone la
convención de tratarse de una llamada telefónica; sin embargo, no quedaba clara
dicha indicación, pues el manejo de texto provocaba confusión en cuanto a
interpretación y, por consecuencia, al ritmo escénico. Esta sensación de ver a
un actor acelerado saturaba, debido a que el ritmo de la escena era lineal y
poco preciso.
La tercera obra de la noche fue “El diario de
Ana Frank”, cuya propuesta nos traía al personaje de Ana (Yamile Caparó) y una
anciana que cumplía el rol de narradora (Sonia Seminario). Esta pieza fue la
más destacable, debido a su propuesta de montaje: el escenario representaba
tanto el espacio de la habitación de Ana, como el asiento donde la narradora
leía el diario del mismo personaje. La dirección se valió de recursos como las
marcaciones de movimiento para indicar un cambio de espacio, o posiciones
corporales del personaje de Ana que funcionaban como gestos brechtianos, de
modo que las posiciones corporales brindaban información en detalle del
personaje: su edad, su forma de pensar, su contexto social, etcétera. La escena
jugaba entre la lectura del diario que narraba los hechos vividos por Ana y el
mismo testimonio de la muchacha, de modo que teníamos dos perspectivas de una
misma historia, un recurso que definitivamente enriqueció el proceso del
montaje. Por otro lado, a nivel técnico hubo en el personaje de Ana momentos
donde no se podía entender lo que estaba diciendo, debido a una dicción
imprecisa, por lo que algunos textos se perdían, sobre todo en momentos de
mucho movimiento corporal.
La última obra de la lista fue un extracto de “Las
brujas de Salem”. El momento elegido de la obra fue un juicio a unas posibles
acusadas de brujería. El espacio, si bien fue reducido, permitía que el público
se ubique de tal manera que pareciera que formase parte del juicio. La
presencia de un balcón en la sala permitía redondear la idea del espacio donde
nos encontrábamos. Sin embargo, al tratarse de un fragmento de una obra larga,
es necesario pensar en una parte donde se pueda trabajar una unidad a nivel
escénico. El fragmento del juicio, si bien es un momento clave, dejaba muchas
aristas abiertas de información necesaria para el público para entender mejor
la puesta en escena. Quedaron vacíos de datos relevantes de la obra, y la
información que sí se daba en escena, a veces se mencionaba tan rápido que
podía pasar desapercibido. Sin embargo, el manejo del espacio fue adecuado, al
igual que el trabajo de todo el elenco de este momento.
Estamos ante una propuesta que invita a los
espectadores a celebrar ochenta años de actividad viendo una variedad de obras
que significan mucho para la AAA como parte de su recorrido artístico. En una
segunda reseña hablaremos sobre los cuatro fragmentos que completarían la
selección de ocho obras de Momentos.
Stefany Olivos
19 de junio de 2018
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